Renzi y Berlusconi pactan una ley electoral
Voluntad común de agotar la legislatura, hasta el 2018
Silvio Berlusconi sigue condicionando la política italiana. En una reunión de una hora y media con Matteo Renzi, el actual primer ministro y el líder de Forza Italia perfilaron un importante acuerdo sobre un nuevo sistema electoral que debería garantizar siempre –en teoría– mayorías claras para gobernar. También mostraron su voluntad común de agotar la legislatura, hasta el 2018, algo que en Italia nunca se da por descontado.
Según el comunicado conjunto hecho público anoche, Renzi y Berlusconi pactaron que el partido o coalición ganadoras en unos comicios, si alcanzan el 40% de votos, reciban un premio de escaños –aún por definir– para asegurar la mayoría. Habrá 100 circunscripciones electorales. Sólo el primero de cada lista será decidido por el partido y su puesto estará “blindado”. El elector podrá indicar sus preferencias sobre el resto de la lista. No está claro aún cuál será el listón mínimo de los pequeños partidos para acceder al Parlamento, si el 3%, el 4% o el 5%. Sí hay acuerdo definitivo para quitar poder al Senado, que ya no será de elección directa.
“Italia necesita un sistema institucional que garantice la gobernabilidad, un vencedor la noche de las elecciones, la superación del bicameralismo perfecto y el respeto entre las fuerzas políticas para que se enfrenten de manera civilizada, sin odio partidista”, afirmaba el comunicado.
La negociación directa RenziBerlusconi es una muestra más de la peculiaridad política italiana (a veces se habla de “anomalía”). Son una extraña pareja. Se llevan casi cuarenta años pero parece que se entienden. Berlusconi, hace unos años, incluso quiso fichar a su interlocutor. Hay entre ellos varias similitudes, como la capacidad comunicativa. Renzi no se presentó a las elecciones y no es parlamentario. Llegó a la jefatura del Gobierno tras hacerse con el control del Partido Demócrata
El líder de Forza Italia sigue siendo influyente pese a cumplir una condena y estar inhabilitado
(PD), en unas primarias, y defenestrar al entonces primer ministro, su correligionario Enrico Letta. Berlusconi sí concurrió a los últimos comicios –en febrero del 2013– y ganó un escaño como senador, pero fue desposeído de él e inhabilitado como consecuencia de una condena de cárcel por fraude fiscal.
Pese a ser Berlusconi un hombre sin libertad de movimientos –le retiraron el pasaporte– y que realiza un servicio social en un asilo de ancianos como pena sustitutoria, se mantiene como líder del gran partido de centroderecha y Renzi lo necesita para impulsar reformas de calado.
La ley electoral es algo fundamental en cualquier democracia, pero en Italia todavía más, dada su tradicional fragmentación política y la inestabilidad congénita de sus gobiernos. Tras las últimas elecciones generales, hubo un bloqueo que se prolongó durante dos meses y que acabó forzando una gran coalición, contranatura, entre el PD y el centroderecha. Berlusconi retiró su apoyo al cabo de unos meses, dolido por su expulsión en el Senado, pero los ministros que había designado prefirieron traicionarle y fundar otro partido antes que dejar sus cargos en el Ejecutivo.
La entente entre Renzi y Berlusconi comenzó a fraguarse en enero pasado, antes de que el primero llegara al Gobierno. Fue en el llamado pacto del Nazareno (por el nombre de la sede del PD en Roma), una reunión que aún encrespa los ánimos en algunos sectores del partido.
Si el acuerdo de ayer se mantiene, es muy probable que el presidente de la República, Giorgio Napolitano, de 89 años, abrevie su segundo mandato y dimita, pues aceptó seguir en el Quirinal, tras el rifirrafe del 2013, como garante institucional ante el riesgo de ingobernabilidad.