Altares destrozados
Los cristianos regresan con miedo a Malula, liberada en abril por El Asad y Hizbulah de las garras islamistas
El arameo no es una lengua muerta sino palabra viva. En la plaza de Malula, con fachadas de iglesias y viviendas destruidas, acribilladas de balazos, Mariana Halal habla en la lengua de Cristo para decirme que en Malula tengo mi segunda casa y desearme una feliz Navidad. Mujer de amable semblante y vestida con modestia, de la comunidad griego-ortodoxa, ha acudido al centro de este pueblo, museo vivo del cristianismo de Oriente, para recoger la ayuda alimentaria –arroz, aceite, latas de conserva– que la Asociación del Buen Pastor cada semana distribuye entre los vecinos.
Después de que los soldados sirios tomaran la ciudad en abril pasado, ocupada ferozmente por hordas del Frente Al Nusra, han regresado 1.500 habitantes de un vecindario de 5.000 almas de mayoría cristiana.
El ejército está desplegado por todo este pueblo pintoresco adosado a las rocas de un angosto cañón. Sus casas blancas, azules y malvas se empinan casi hasta la cumbre. En lo alto hay cuevas de trogloditas excavadas en la antigüedad de las que, cuentan, manan aguas milagrosas. Rematan los peñascales de este capricho ocre del paisaje el destruido hotel Safir y el convento de Mar Sarkis, desde cuyos ventanales francotiradores fanáticos dominaron y aterrorizaron durante cuatro meses al vecindario.
Hay todavía escombros delante de algunas casas de aquellos combates entre el ejército y los milicianos y se ven raras tiendas abiertas. Los colegiales volvieron a las escuelas públicas pero mu- chas familias aún no se han decidido a regresar. Los párrocos de los conventos de Mar Sarkis y de Santa Tecla –devastado con saña por los guerrilleros– sólo acuden los domingos para celebrar sus misas.
Todos saben que el enemigo, el Frente al Nusra, aunque ahu- yentado y cercado por los soldados, continúa al acecho en las cumbres de la región de Qalamun, a lo largo de los 60 kilómetros de frontera con Líbano, y se infiltran fácilmente desde Ersal y otras poblaciones libanesas. Malula fue ocupada, más que por ser un símbolo vivo de los cristianos de Siria, por encontrarse en las estribaciones del macizo montañoso. Las tropas de Damasco vigilan esta zona tan estratégica.
En el pueblo hay murales con las imágenes y nombres de los vecinos y soldados muertos, con el trasfondo de un Cristo en la cruz. Malula fue reconquistada por el ejército regular ayudado por los guerrilleros libaneses de Hizbulah, cuyo jefe, el jeque Nasrala, es popular en Damasco. Su efigie aparece en escaparates del barrio cristiano de Bab Tuma, donde se refugiaron habitantes de Malula.
El sacristán de Santa Tecla nos abre las puertas del convento devastado que el patriarcado griego ortodoxo ha prometido reconstruir el próximo año. No sólo el iconostasio y el altar fueron destruidos sino que los bárbaros agujerearon las imágenes de Jesús, la Virgen y los santos, hicieron añicos iconos y cerámicas, quemaron libros. Robaron la gran estatua en bronce del Mesías en el atrio del templo.
Cuentan que santa Tecla, recién convertida al cristianismo, huía de la persecución de su padre, que quería darle muerte por haber renegado de los dioses paganos, cuando se encontró acorralada al pie del peñasco. Fue entonces que el milagro quebró la piedra y Malula –que en arameo quiere decir Entrada– se abrió. Cabe este cañón, cuyas paredes se tocan a veces con los brazos extendidos, se congregó un pueblo de cristianos. Fueron levantados conventos, iglesias y capillas y hay también dos nuevas mezquitas para los musulmanes. En Malula se estableció un instituto de enseñanza para el arameo que quedó muy dañado por los combates. El arameo ya se estudia en las escuelas de Malula, donde antes sólo se enseñaba el árabe.
A Santa Tecla, venerada por los griegos ortodoxos, con sus escaleras y terrazas, acudían miles de peregrinos y se postraban en la excavada capilla, descalzándose en su umbral. Malula atrajo un turismo religioso de cristianos y también de musulmanes, procedentes de países árabes e incluso de Irán. La edición de su Pater Noster en arameo fue un gran éxito de ventas.