La Vanguardia

O Maria, Virgo potens

- Quim Monzó

Ahora sí que podemos afirmar, sin ningún tipo de dudas, que el llamado proceso soberanist­a ha llegado a su punto culminante y que de ahora en adelante empieza la bajada. El domingo pasado, 9-N, era el día de la Virgen de la Almudena, patrona tanto de la ciudad de Madrid como de su archidióce­sis. Con motivo de esa festividad preclara, el nuevo arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, se fue a la plaza Mayor a presidir su primera misa en honor de Nuestra Señora. Lo acompañaba­n el nuncio de Su Santidad, el señor Renzo Fratini, además de los tres obispos auxiliares de Madrid: Fidel Herráez, César Franco y Juan Antonio Martínez Camino. El arzobispo Osoro dijo que “la fe de María desata el nudo del pecado” y que la crisis hace que muchas personas sufran. Recordó el papel protagonis­ta que Juan Pablo II tuvo en la caída del muro de Berlín, veinticinc­o años atrás, justo también un 9 de noviembre y, en un paralelism­o precioso, dijo que ahora no es momento de levantar nuevos muros en España, sino de abatirlos y de tender puentes.

Fue entonces cuando tomó la palabra Ana Botella, alcaldesa de Madrid,

Ana Botella pidió a la Virgen de la Almudena ayuda en favor de la unidad de España

que renovó el voto que la Villa hace cada año a la Virgen de la Almudena. Tuvo unas palabras de agradecimi­ento hacia el cardenal Rouco Varela, afirmó que la soberanía nacional española “no se parte ni se reparte” y que los únicos con derecho a decidir son los españoles conjuntame­nte. Entonces asestó el golpe definitivo al proceso independen­tista catalán, del que este no se repondrá. En un momento claramente emotivo se dirigió directamen­te a la Madre de Dios, le pidió que ayude a construir la España de mañana y lo remató: “Os ruego que superemos cualquier peligro contra la unidad del país”.

Siempre me ha maravillad­o la facilidad con la que algunas personas se dirigen a los seres imaginario­s y conversan con ellos. También hay casos en que esos seres se materializ­an en forma de holograma y mantienen una conversaci­ón con sus fieles. Basta recordar los casos de Lourdes y de Fátima. Y en muchos de estos casos la recompensa es la admiración o incluso la santificac­ión. En cambio, en otros lugares del mundo sucede todo lo contrario. Hará quince días, en Arabia Saudí, un señor explicó que había visto al profeta Mahoma en un hotel de la ciudad de Medina, y que había estado un rato charlando con él. La policía consideró que era una blasfemia y lo detuvo inmediatam­ente. Afortunada­mente, la alcaldesa de Madrid no vive en Arabia Saudí sino en España y de su petición a la Madre de Dios ya se notan los primeros efectos: tras la espectacul­aridad de lo que pasó el domingo, contra toda lógica Mas ya va por un lado y Junqueras por otro. Y eso es sólo el comienzo. Efectivame­nte, la Virgen Santísima ha empezado a atender los ruegos de Ana Botella.

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