Peana para el Sant Jordi
No es una foto surrealista: muestra la peana dispuesta para recibir la escultura Sant Jordi. El tema de Sant Jordi se reveló como fuente de inspiración para el gran escultor Josep Llimona: por la leyenda, por ser patrón de Catalunya, por la interpretación nacionalista que admite y también por su vertiente religiosa.
Sobre este último aspecto no resulta ocioso recordar que él y su hermano Joan habían pasado una juventud anticlerical rabiosa, pero cuando cambiaron de signo se libraron a los extremismos propios del converso. De ahí, por ejemplo, que encabezaran la escisión en el Cercle Artístic, fundamentada en problemas morales de lo más ingenuo, que propició la fundación del Cercle de Sant Lluc.
En 1916 había modelado la primera figura de Sant Jordi; es la que, fundida en bronce, pasó a ser entronizada en el zaguán del Ayuntamiento de Barcelona.
Después repitió la interpretación, también a pie o luego a caballo. Una constante es la de presentarlo prácticamente desnudo, pues al principio sólo lleva un calzón.
Fue en 1918 cuando la Junta d’Exposicions d’Art de Barcelona le encargó una obra de grandes dimensiones, con destino a singularizar una plaza
Josep Llimona escogió de modelo al guapo y amigo doctor Francesc Duran Reynals
surgida en el proceso de urbanización ajardinada de Montjuïc confiada, por indicación de Cambó, al gran arquitecto paisajista francés Jean-Claude-Nicolas Forestier. Y así la banal plaza del Polvorí se convirtió en la ordenada plaza Sant Jordi, antesala del lugar donde se alzó la escultura y que domina una atractiva pa- norámica sobre el Llobregat.
La inauguración tuvo efecto el 30 de diciembre de 1924 y pasó inadvertida: pillaba muy lejos, pues la montaña no había aún iniciado su acercamiento a la ciudad obtenido en 1929 con la Exposició Internacional.
Este San Jordi es para mi gusto el mejor de todos ellos, por su libertad y desenfado en la representación del jinete y de su montura. Entre ambos se produce una formidable comunión, que quizá viene facilitada por la desnudez: es la primera ocasión en la que el caballo no lleva silla ni estribos; es la primera vez que el santo no cubre parte alguna de su cuerpo y monta a pelo.
Quizá le inspiró el modelo: el guapo e íntimo amigo Francesc Duran Reynals, quien aún no era doctor y que se convertirá en el oncólogo que a pulso se ganó fama en Estados Unidos, lo que mereció que fuera recordado al haber bautizado con su nombre el hospital cercano a Bellvitge.
Es una lástima que esta extraordinaria creación permanezca allí poco menos que escondida. En algún momento se pensó que podía encabezar la avenida Pau Casals. Sería una buena opción, pues obligaría a desplazar y proteger el bibelot del violoncelista.