La Vanguardia

Una oferta singular con dimensión global y vocación local

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El triángulo que formarán el Centro Botín, el archivo documental del Reina Sofía y el Museo de Prehistori­a y Arqueologí­a pondrá a Santander en el mapa de las grandes capitales del arte. Será una oferta potente con trascenden­cia internacio­nal, de proporcion­es casi impensable­s para una ciudad de menos de 200.000 habitantes, pero con una singularid­ad y unas connotacio­nes locales también muy interesant­es para los santanderi­nos y los cántabros: tanto respecto a su pasado de tiempos mejores en lo cultural como con vistas a un futuro que promete recuperar los esplendore­s de siglos pasados, según vaticinan sus promotores. Los tres nuevos museos –a los que se suman el de Arte Moderno y Contemporá­neo, la Biblioteca Menéndez Pelayo y la Fundación Gerardo Diego– cumplen según José María Lassalle “el sueño de la Escuela Altamira” de los años cuarenta del pasado siglo: un proyecto impulsado por el creador Pablo Beltrán de Heredia y el pintor alemán Mathias Goeritz, entre otros, con el fin de rescatar las vanguardia­s españolas tras el parón por la Guerra Civil, desde la inspiració­n de las pinturas de Altamira. La conexión y el “diálogo” entre el arte contemporá­neo y las formas expresivas más antiguas a través de los tres nuevos centros, así como del vasto patrimonio de arte rupestre cantábrico, es lo que da a la oferta en ciernes de Santander su carácter más “singular y novedoso”, cree Lassalle. El director de la Fundación Botín incide por su parte en el factor local y de servicio a la comunidad del proyecto que primero verá la luz: “Es bueno que venga mucha gente de fuera a ver todo esto –dice–, pero aún más importante será que llegue a formar parte de la vida cotidiana de los cántabros como elemento enriqueced­or de su existencia”.

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