La Vanguardia

Andares de futbolista

- Joaquín Luna

Jonathan Soriano estaba predestina­do a ser un icono del RCD Espanyol y hoy triunfa en el Red Bull de Salzburgo –no sufran, no le llamaremos el Mozart del balón, ni siquiera el Mozart del área– tras una carrera atípica que incluyó grandes esperanzas juveniles, fracasos como cedido –Almería, Poli Ejido y Albacete Balompié– y una rehabilita­ción profesiona­l en el Barça B, fábrica de los mejores nueves de la clase media liguera (Nolito o Sergio García).

El jugador fue distinguid­o anteayer en Barcelona con el premio al máximo goleador catalán de la pasada temporada, distinción que recogió el padre de su esposa, que suena más cariñoso que el “suegro” aunque sea lo mismo. Soriano envió un mensaje grabado en el que se mostró comedido, satisfecho y maduro (¡con lo que habría disfrutado la culerada si el jugador hubiera “recordado” a todos los técnicos blanquiazu­les que le dieron por un inútil tras llamarle joya, pantera, diamante en bruto, diamante por pulir...).

Los 76 goles con el Salzburgo en cuatro temporadas o el reciente hat trick en la Liga Europa son un detalle. La historia es otra: ¿qué lleva a un buen jugador a triunfar o a fracasar en el fútbol? Con el tesón, la entrega y la dedicación se puede llegar lejos –modelo Carles Puyol–, pero no basta: el fútbol está lleno de jugadores que han triunfado o fracasado por el capricho de alguien, acaso el capricho de la mismísima fortuna.

Desde fuera, resulta incomprens­ible que un jugador que abandonó el club de sus amores por la puerta de atrás triunfe hoy en Europa –aunque la Liga austriaca no es precisamen­te la excelencia– y vaya usted a saber si aún saldrá unos minutos con la roja, de la misma forma insólita de su debut en

Jonathan Soriano se suma a la lista de jugadores que han triunfado o fracasado por azares del destino

partido oficial en el Barça de Guardiola.

Uno de los grandes futbolista­s del Real Madrid de los años sesenta, Ignacio Zoco, explica que el Barça se interesó antes por él. El mismísimo Samitier viajó a Pamplona para verle jugar y el sábado, nada más llegar, fue a las oficinas del Osasuna para que le dijeran dónde podía verle. “Lo encontrará en el frontón”, fue la respuesta.

El gran Samitier vio al chaval de paisano y tomó el tren a Barcelona esa misma noche: –Con esos andares, nunca será futbolista. Y Zoco triunfó a pesar de su aspecto desgarbado. El fútbol está lleno de estas anécdotas, no siempre simpáticas, y a veces uno imagina la profunda melancolía de quienes no alcanzaron el lugar que merecían. Sucede en las carreras profesiona­les, pero en el deporte las segundas oportunida­des nunca pueden esperar años, todo es veloz.

Uno de los centrocamp­istas catalanes más finos y técnicos del Barça antes de Milla, Guardiola y Xavi fue Tente Sánchez, que bordaba el fútbol de juvenil pero estaba más fuera que dentro del club cuando el entrenador Weissweile­r perdió el pulso con Cruyff y dimitió. Temporalme­nte, Laureano, un técnico monumental que había entrenado a Sánchez en el juvenil, ocupó el banquillo. Laureano Ruiz se la jugó y alineó en su primer partido al anónimo Sánchez, que llegó a capitán, fue uno de los héroes de la Recopa de Basilea y disputó 362 partidos.

Triunfar en el fútbol o el misterio Soriano.

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