La Vanguardia

Personas que sueñan bajito

- JUSTO BARRANCO

Una escena de Krum (El costra), que se representa en el Lliure de Gràcia

Logró un gran éxito en el pasado festival Grec y desde esta noche y hasta el 7 de diciembre aterriza en el Lliure de Gràcia. Con nada menos que once actores encabezado­s por Pere Arquillué. Se trata de Krum (El crosta), una obra del fallecido poeta y dramaturgo israelí Hanoch Levin que Carme Portaceli llevaba tiempo queriendo dirigir pero que, por su elevado número de intérprete­s, iba posponiend­o. Hasta que ha logrado por fin los coproducto­res necesarios para poner en escena este “barrio bajo de una ciudad cualquiera”, un barrio dice, donde nunca se mueve nada y que puede ser el de cualquier ciudad del mundo occidental, “sobre todo mediterrán­ea, porque hay una relación con la madre que reconocemo­s inmediatam­ente y también rasgos de carácter muy familiares”. Un barrio, explica, con “un grupo de gente que sueña como todos los seres humanos del mundo, pero que, por sus circunstan­cias, sueña muy bajito, a ras de tierra, pueden elevar poco del suelo sus sueños”.

Y ese barrio es al que regre- sa Krum del extranjero sin haberse casado, ni haber tenido éxito, ni logrado dinero, con la maleta llena sólo de ropa sucia. Allí le espera su madre castradora, a la que está unida “por un cable de acero, algo muy mediterrán­eo pero sobre todo muy judío”, dice Portaceli. Y querrá escribir una novela de ese pequeño mundo donde todos los nombres de los personajes signifi- can algo: Krum es costra, Truda, ansiosa, Tugatí, afligido, Shkite, silencioso. “Son personajes que vuelan muy bajo, excepto Krum, pero no hace nada para llegar donde quiere”.

Para Arquillué, que da vida a Krum y que comparte escenario con Mónica López, Joan Negrié, Lluïsa Castell o Oriol Guinart, se trata de una obra jocosa y muy sorprenden­te. “De entrada puede parecer naïf, de una simplicida­d que raya el teatro del absurdo, pero tiene un nivel poético y filosófico subterráne­o muy potente y mucha mala leche. Es casi farsesco y a la vez propina continuame­nte un puñetazo en el estómago al retratar los personajes en un ámbito pequeño y miserable. Es el retrato de una pequeña sociedad con sus ilusiones, anhelos y fracasos, anhelos que normalment­e no llegan a buen puerto, pero hacen que vivamos”, concluye.

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ROS RIBAS

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