La honestidad no es noticia (o sí)

EL diplomático Carles Casajuana contaba ayer en el acto de entrega del premio Godó por su libro Las leyes del castillo (Península/Pòrtic) que con César Molinas, Luis Garicano y Elisa de la Nuez promovieron un documento titulado Manifiesto por la reforma de los partidos políticos en el que proponían su regulación, un control estricto de su financiación (con auditorías anuales y mandato limitado de los tesoreros) y la democratización de su funcionamiento para que los corruptos fueran apartados con rapidez. La respuesta de los partidos, cuenta Casajuana, no pudo ser más fría. Sólo el PSOE se interesó por ella, aunque uno de sus dirigentes les comentó: “Ya lo hablaremos con la dirección del PP y nos pondremos de acuerdo en cómo lo arreglamos”. Bienvenido a asuntos internos.

Casajuana, que ha sido embajador en Londres, habla en su libro de la corrupción e invita a que imaginemos una novela de Graham Greene o de John le Carré con políticos en vez de espías. El protagonista es un concejal, un diputado o alto cargo de partido. Antes fue empleado de banco o profesor de universidad. Es leal y honrado aunque con los ideales gastados. Pongamos que tiene problemas matrimoniales o una segunda mujer. Sabe que no llegará a ministro, ni siquiera a alcalde. Entiende que puede perder su cargo y, si se queda en la calle, nadie le va a ayudar. Sus ahorros no le dan para una vejez digna. Como telón de fondo, una situación de prosperidad económica, con muertos de hambre que se hacen ricos. Se construye mucho y se consume más. Hasta que alguien le ofrece una suma importante de forma discreta a cambio de una firma, una intervención o una llamada. ¿Por qué no participar de la fiesta? La honestidad no es noticia –escribe Casajuana–, pero al paso que vamos acabará por serlo.