La Vanguardia

Anécdota kitsch

Una España que cada día parece más y más gobernada por abogados del Estado que por políticos

- Pilar Rahola

Pilar Rahola apunta con sus ácidas críticas hacia la figura de la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho: “Claro que en el fondo doña Camacho solo es la anécdota kitsch de una España que cada día parece más gobernada por abogados del Estado que por políticos. Ese es el drama de fondo y de ahí surgen las Camachos parlanchin­as, de la confusión absoluta de poderes”.

Según los indicios, la Fiscalía catalana no estaría nada contenta con la posición de la Fiscalía General y la patita política pertinente, y parece que se habría negado a aceptar el texto que quería imponer Madrid sobre la querella contra Mas. Texto que, según referencia, era una suma de despropósi­tos, entre ellos errores sobre la responsabi­lidad de los consellers o el término “gobierno sedicente” para referirse al Ejecutivo catalán. Por cierto, y en paréntesis, ¿cómo es posible que la Fiscalía General llegue a redactar en términos ultraideol­ógicos –y ultras a secas– una querella de tanta relevancia? Cerrado el paréntesis, pero viviendo en el paréntesis de una completa anormalida­d legal y política, lo cierto es que la famosa querella está en litigio con ella misma, no en vano es el poder ejecutivo el que ha estresado hasta el delirio a la fiscalía.

De aquí que el enfado de la Fiscalía catalana sea un balón de oxígeno en la enrarecida atmósfera política, donde se contamina todo. Y si, como se presume, está en contra de acusar a Mas de prevaricac­ión –lo único que lo in- habilitarí­a– y lo quiere acotar a “desobedien­cia”, algo bueno estaría pasando en eso que llaman la “independen­cia de los fiscales”, tantas veces en la picota de la sospecha.

Y, ¿cómo no va estar bajo sospecha la independen­cia de la Fiscalía si se suceden las noticias que la alimentan? Ya no se trata sólo de la evidencia de un fiscal general puesto por el dedo político, ni de casos tan sonoros como el del fiscal del caso de la infanta, ejerciendo prácticame­nte de abogado de la encausada. U otros ejemplos igualmente ruidosos. Porque más allá del background que se podría esgrimir, la simple crónica de estos últimos días ya pone bajo límite dicha independen­cia. Como dijo el fiscal progresist­a Carlos García-Berro a Josep Cuní en 8 al día, la fiscalía no sólo debe ser independie­nte, sino aparentarl­o. Y es imposible aparentarl­o –y serlo– cuando hay dirigentes políticos que se jactan de controlarl­a. En este sentido, las meteduras de pata de la señora Camacho han sido antológica­s, tanto que lleva a pensar que la líder del PP hace tiempo que está fuera de plano. Claro que en este caso, ya venimos de aquello del “fiscal amigo” que decía en las alegres conversaci­ones de La Camarga, pero ahora ha dado un paso más.

Por un lado, informando en lo de Ana Rosa sobre lo que haría la Fiscalía, como si estuviera en las reuniones de fiscales. Y después, en La Otra Red de Cuatro, asegurando a una abogada amiga que ella los asesora en la querella contra Mas. Lo cual, todo sumado, da una imagen de república bananera de lo más presentabl­e. Claro que en el fondo doña Camacho sólo es la anécdota kitsch de una España que cada día parece más gobernada por abogados del Estado que por políticos. Ese es el drama de fondo y de ahí surgen las Camachos parlanchin­as, de la confusión absoluta de poderes.

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