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La extraña e inoportuna demostración de fuerza militar efectuada por Rusia; y la apasionante aventura de la nave espacial europea Rosetta.
TRES días después de que Obama y Putin se reuniesen en privado, hasta en tres ocasiones, en Pekín, en donde se encontraban pasa asistir a la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico, Rusia hace una extraña e inoportuna demostración de fuerza militar. Primero, con la presencia de nuevos destacamentos de tropas en el este de Ucrania, que incluso podrían haber cruzado la frontera con ese país. Y, segundo, con el vuelo de bombarderos estratégicos –con armamento nuclear– frente a las costas de Estados Unidos, en el Caribe, aunque sin violar el espacio aéreo de ese país. Eso no había ocurrido ni en tiempos de la guerra fría, cuando aviones espía volaban cerca de las costas estadounidenses.
Desde Moscú se justifica la presencia de sus cazabombarderos nucleares en el Caribe como consecuencia de las tensiones con Occidente a raíz de la crisis de Ucrania. Aviones de este tipo fueron detectados también hace poco en el espacio aéreo del mar del Norte.
Las demostraciones de fuerza militar coinciden, en el tiempo, con un grave empeoramiento de la situación económica de Rusia, como si el presidente Putin quisiera utilizar el viejo recurso –más propio de las dictaduras– de buscar un enemigo exterior para distraer la atención de los ciudadanos de los problemas internos –en este caso económicos– del país. Pero este resulta siempre un juego peligroso sobre todo entre potencias, como Rusia y Estados Unidos, que disponen de enormes arsenales nucleares. Son momentos en los que más que nunca se impone la serenidad y la negociación por encima de medidas de fuerza.
El presidente Putin no tiene apenas oposición política en su país, porque en los últimos años se ha encarga- do de desactivarla con gran eficacia. Pero lo cierto es que la mala situación económica por la que atraviesa Rusia le coloca en una situación difícil, sobre todo después de que ayer el petróleo cayera por debajo de los 80 dólares/barril, umbral a partir del cual las finanzas públicas rusas entran en punto crítico. Más de la mitad de los ingresos presupuestarios del país dependen de la venta de crudo, ya que el presidente Putin no ha aplicado la misma eficacia para articular una adecuada estrategia de diversificación de su economía.
La divisa rusa ha perdido cerca del 10% de su valor en pocos días, y cerca de un 25% desde principios de año, al igual que la bolsa, fundamentalmente como consecuencia de la desconfianza que ha suscitado la crisis de Ucrania y las sanciones adicionales por parte de la UE y de EE.UU., que afectan prioritariamente a sus entidades financieras. Este hecho, sumado al estancamiento económico que sufre el país y al aumento vertiginoso de la inflación, que se halla en cotas del 10%, dibuja un escenario preocupante en extremo para la población, que teme que se repita una situación de crisis financiera similar a la de los años 1998 o 2008, en los que el rublo se hundió y hubo crisis bancarias.
Conocedores de la economía rusa, sin embargo, creen que lo peor –la recesión– está muy cerca si no cambia el escenario geopolítico y energético mundial. La economía rusa, en un horizonte de precios bajos del crudo, tiene graves déficits estructurales que no propiciarán una salida rápida y fácil. En esta situación, lo que resulta igualmente preocupante es que el presidente Putin no encuentre más vías de salida que el conflicto con el exterior. Sería lo peor para él, para la propia Rusia y para el resto del mundo.