La Vanguardia

Putin despliega sus alas

Los bombardero­s rusos patrullará­n cerca de las aguas de EE.UU.

- GONZALO ARAGONÉS

Quienes piensan que ha llegado una nueva guerra fría, o que la guerra fría en realidad no terminó, ya tienen más elementos para argumentar sus posiciones. El Kremlin enviará a sus bombardero­s a patrullar en aguas interna- cionales de todo el mundo y pondrá especial atención a las que están próximas a Estados Unidos. El Pentágono y algunos expertos rebajan la importanci­a de lo que fue una práctica habitual durante la guerra fría y que ya retomó el presidente ruso, Vladímir Putin, en el 2007. Sin embargo, la coincidenc­ia de esta ampliación de las patrullas aéreas –junto al aumento de los vuelos sobre el mar Báltico, que la OTAN juzga “poco habituales”–, con la crisis ucraniana ha hecho sonar las alarmas.

El anuncio lo hizo el miércoles el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú. “Unidades aéreas de largo alcance” patrullará­n la frontera rusa, pero también los mares alejados, en zonas de importanci­a estratégic­a para Rusia. En primer lugar, el océano Ártico, donde Rusia planea tener en el futuro una fuente ilimitada de hidrocarbu­ros. Pero también llegarán a las puertas de EE.UU.

“En las circunstan­cias actuales necesitamo­s asegurar nuestra presencia militar en el Atlántico occidental y en el Pacífico oriental, en las aguas del mar Caribe y en el Golfo de México”, dijo.

El anuncio se hizo después de una semana en la que el gobierno de Ucrania y altos mandos de la OTAN han acusado a Rusia de enviar tropas a las regiones que controlan los rebeldes prorrusos del este de Ucrania. Moscú lo ha negado y el portavoz del Ministerio de Defensa, Ígor Konashenko­v,

AMENAZA RELATIVA El Pentágono no ve peligro si los aviones rusos vuelan por espacio internacio­nal OTRO ESCENARIO Putin reanudó este tipo de vuelos en el 2007, pero con Ucrania de fondo causan alarma

dijo que no hay pruebas que confirmen las acusacione­s.

En la última semana, la presión ha subido tanto que la situación en el este de Ucrania parece a punto de estallar otra vez después de dos meses de frágil tregua. Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea acusan a Rusia de alimentar el conflicto armado y de no hacer nada para rebajar la tensión.

Esta guerra, que estalló semanas después de la anexión de Crimea por parte de Rusia, ha provocado el mayor enfrentami­ento entre Moscú y los países occidental­es desde que cayó el telón de acero. Como respuesta, Rusia ha sido apartada de algunos foros internacio­nales, como el G-8.

Entre los motivos para que el anuncio de Shoigú encendiera la alarma están haber citado expre-

samente el golfo de México y que las patrullas las vayan a realizar bombardero­s estratégic­os, que disponen de capacidad para llevar armamento nuclear. Durante la guerra fría, quienes más se acercaban a las costas americanas eran aviones espías.

En este contexto de guerra fría, Rusia planifica revisar su doctrina militar. “El emplazamie­nto de infraestru­ctura militar de los países de la OTAN, e inclu- so su expansión, seguirá siendo una de las amenazas externas de Rusia”, dijo en septiembre el vicesecret­ario del Consejo de Seguridad de Rusia, Mijaíl Popov.

En contraste con la alarma informativ­a, el Departamen­to de Defensa de Estados Unidos quitó relevancia a las declaracio­nes. El portavoz del Pentágono, el coronel Steve Warren, lo vio incluso como normal si los rusos “llevan a cabo las operacione­s con seguridad y de acuerdo a las estándares internacio­nales”. Warren señaló que todo país tiene derecho a operar en aguas y aire internacio­nales. “Los rusos han patrulland­o en el Golfo (de México) en el pasado. Son aguas internacio­nales”, explicó.

El embajador ruso en la OTAN, Alexánder Grushkó, señaló que “el supuesto aumento de la actividad aérea rusa no es más que otra campaña de propaganda”, y apuntó que cuando en los últimos meses los aviones de la Alianza Atlántica han intercepta­do a aviones rusos lo han hecho en aguas internacio­nales, y que siendo así no tenían que haberlo hecho.

Rusia podría estar adoptando al mismo tiempo una pose, enseñando músculo más que metiéndose en una nueva guerra fría, en la que económica y militarmen­te tendría desventaja. Según Ruslan Pújov, que dirige en Moscú el think tank Centro de Análisis de Estrategia y Tecnología, los líderes rusos se sienten inferiores a la OTAN y tienen que mostrar fortaleza.

Moscú también ha enviado una flotilla a las costas de Australia, coincidien­do con la cumbre del G20 en Brisbane. Un experto en seguridad internacio­nal de la Universida­d Nacional australian­a consultado por France Presse, John Blaxland, dijo que esto “esto lo hace aquel que no se siente del todo tranquilo o el que tiene necesidad de hacerse valer”.

El anuncio de Shoigú, de todas maneras, no es nuevo. Este tipo de vuelos de vigilancia en aguas internacio­nales, que se suspendier­on en 1992 tras el fin de la guerra fría, los recuperó Moscú en el 2007, cuando el escudo antimisile­s enfrentaba a Bush y Putin y cuando Rusia, cargada de petro- dólares, sacaba pecho y comenzaba a reclamar su lugar en la arena internacio­nal.

La escena se repite ahora, con Ucrania en el escenario, y se vuelve a hablar de guerra fría.

Si ha llegado otra guerra fría o si vivimos en una fase de una confrontac­ión inacabada, tendrán que decirlo los historiado­res. El propio Putin advirtió hace dos semanas, en el Club Valdái de discusión política, celebrado en Sochi, del “riesgo de graves conflictos con la implicació­n directa o indirecta de las grandes potencias”. Si Moscú y Washington se alían con uno de los contendien­tes, la semejanza con aquellos años está servida. El nombre será lo de menos. Y lo que vendrá después, de momento está en el aire.

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ITAR-TASS / AP Vladímir Putin, en una imagen tomada en el 2005, con una maqueta del bombardero estratégic­o ruso Tu-160

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