La comodidad de la burbuja
Quizá se ponía tapones en los oídos, como hago yo para poder dormir sin oír el ruido de los coches
Mario Vargas Llosa dice que no conoce a ningún catalán que quiera separarse de España. Hizo esta afirmación durante una conferencia que pronunció días atrás en la Universidad Tarás Chevchenko de Kíev, en Ucrania: “Viví en Catalunya cinco años y mi hija vive en Catalunya. No conozco ni a una sola persona que quiera separarse de España”.
Es comprensible que muchos digan que quizá Vargas ha vivido en Catalunya, sí, pero dentro de una burbuja sarrianense que hacía que se relacionase sólo con un tipo de ciudadanos. Es como si un licenciado se va a vivir a Estados Unidos, a trabajar en las oficinas del Partido Demócrata –pongamos por caso– y luego, tras un tiempo, declara: “He vivido en Estados Unidos cinco años. No conozco ni a una sola persona que vote al Partido Republicano”. La respuesta lógica a un individuo así sería: “Pues quizás habría valido la pena que de vez en cuando hubieses salido a dar una vuelta solo, no siempre acompañado de tus colegas de trabajo”. Lo sorprendente del caso de Vargas es que, en principio, es un escritor, y a los escritores se les presupone curiosidad por la vida, por los lu- gares donde el azar o los intereses los llevan a vivir, por las cosas que ven y escuchan y por los detalles de todas ellas. ¿Es posible que nunca tuviese interés en salir de la burbuja para conocer otros puntos de vista, diferentes de los que le ofrecían sus conocidos monocolores? Sí. Quizá le estaba bien así: ese era el ambiente que le interesaba y el resto le importaba un pito.
Le importaba un pito o tal vez se ponía tapones en los oídos para prescindir de todo lo que rompiese sus esquemas, como hago yo para poder dormir sin oír el ruido de los coches que pasan por la calle o el fragor atronador del autobús cuando se pone en marcha en la parada que hay a pocos metros del balcón de casa. Todo eso son suposiciones porque la realidad es que es mentira que no conozca a ningún catalán que quiera separarse de España. Anteayer, en el diario Ara, Antoni Kirchner –que ha sido crítico de cine, cofundador del Círculo A y director de la Filmoteca– le dirigía estas palabras: “Hemos cenado juntos. Hemos ido al cine juntos. No puedo decir que somos amigos porque sería faltar a la verdad, pero nos hemos conocido, precisamente en aquel periodo de su estancia en Barcelona. Y yo soy catalán y quiero separarme de España. Y, Mario, ¿a qué viene hablar de todo eso en Kiev? Ya sé que en Barcelona partiste peras con Gabo (siempre he creído que por culpa tuya) pero..., nos lo pasamos bastante bien, muy bien, ¿no? ¿Por qué nos tienes tanta manía? Déjanos tranquilos de una vez. Ni que sea porque, creo, nos debes un poco de agradecimiento a todos los que te apoyamos cuando más lo necesitabas. ¿No te parece?”.
Antoni Kirchner, hay quienes ven ahí un caso claro de agatofobia, por decirlo de una forma suave.