“El informe PISA sólo sirve para humillar”
Pabl o Genti l i , director del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
U na ciudad educadora, ¿sólo es un eslogan? Pablo Gentili, impulsor del Foro Mundial de la Educación y experto en inclusión social, demuestra que no, que es mucho más. Ayer participó en el XIII congreso de ciudades educadoras que se celebra en Barcelona. La educación y la igualdad no sólo son trabajo de la escuela, afirma, sino que se alcanzan de forma transversal, implicando a toda la sociedad y teniendo en cuenta el espacio urbano.
La simple escolarización ¿garantiza la inclusión educativa? Hay escuelas gueto. Aquí tenemos varias. Hay espacios que son de acceso universal pero no son inclusivos necesariamente. En la educación se ve claro. En algunas escuelas se ha producido una segmentación de la gente en función de criterios de clase y de origen. Antes se señalaba mucho cómo los pobres vivían en guetos, pero cuando la pobreza se extiende, son los ricos los que viven en guetos. Y no quieren contaminarse con el resto. La actitud de las clases altas es atrincherarse. También en la escuela.
Algunas personas no quieren llevar a sus hijos donde hay muchas familias pobres o inmigrantes. Se trata de sacar a tus hijos del contacto con los diferentes, con los pobres. Es un problema de discriminación social, y la ciudad educadora evita esta guetificación de los espacios urbanos. Uno de los dispositivos urbanos es la escuela, otro el ocio.
¿Cómo? Nosotros hicimos un estudio en 18 favelas pacificadas de Río de Janeiro. ¿Qué querían los jóvenes después de que el narcotráfico desapareciera?
¿Formación? ¿Oportunidades laborales? Exigían más espacios públicos para ocio, deporte y cultura. No tienen espacios para jugar al fútbol, para crear un grupo de música, para experimentar con las nuevas tecnologías, una biblioteca. La favela no es un territorio acogedor, porque no tiene espacios de reunión.
El espacio urbano se privatiza en todo el mundo. ¿Esto pone en peligro la igualdad educativa? Sí, porque crea la imposibilidad de que ciertos jóvenes accedan a estos espacios. A ciertos bienes culturales. El cine, por ejemplo. No se trata sólo de ocio. Cualquier persona con oportunidades de mayor progreso social ha tenido contacto con la literatura, con el cine, con el teatro. Y si no lo tiene, ¿cuáles son entonces los lugares de socialización y de encuentro? En América latina, las iglesias, y en algunas ciudades, la criminalidad.
¿La criminalidad? Ellos ven en la violencia un espacio de reconocimiento. Por eso, una ciudad educadora genera políticas de inclusión, educativas, culturales, de empleo.
¿La caridad está sustituyendo a la justicia social? ¿A las políticas sociales? Aquí hacemos maratones de televisión contra la pobreza y tenemos niños que se alimentan en comedores sociales. Todos los esfuerzos de una sociedad para ayudar son positivos, el voluntarismo y el altruismo están bien. El problema es cuando eso se plantea como la alter- nativa a un Estado que se vuelve cada vez más ausente e indiferente ante la situación de los más pobres. Es el Estado el que se tiene que ocupar de que ningún niño se quede en la calle o sin comer. Esto se garantiza con políticas activas para la reali- zación de los derechos fundamentales de las personas. Y vemos que en un contexto de crisis económica y de recesión como el de España y Catalunya, en el marco de unos gobiernos conservadores, el Estado se retira y ese espacio empiezan a ocuparlo organi-
zaciones no gubernamentales.
Habla de que la escuela pública y de calidad también ha de transmitir valores. ¿Predomina una visión academicista de la escuela? Se valora mucho el academicismo. Que se enseñen competencias para el empleo. El informe PISA pregunta: ¿qué tienen que saber nuestros jóvenes para actuar en el futuro? Y todas las variables que utilizan tienen que ver con el mercado de trabajo. Y creo que PISA es un gran dispositivo profundamente conservador y cuestionable de qué es lo que debe ser la educación.
¿Por qué? Porque un tema tan central como qué es lo que tienen que saber nuestros jóvenes debería ser protagonista de un gran debate público, y no de los técnicos de la OCDE. Hay organizaciones sociales, familias, maestros, empresas, todos deben opinar. Una ciudad educadora es la que tiene voz. Y la voz se ha de expresar aquí. Hay una crisis de los aprendizajes. No es un problema menor. Pero ese problema no nos lo soluciona la OCDE.
Aquí todos estamos obsesionados con PISA. PISA hace una prueba de dos horas en matemáticas, lengua y ciencias a un número de alumnos. ¿Y a partir de eso se puede decir si los jóvenes españoles saben lo que hay que saber en el mundo de hoy y organizarlos en un ranking? ¿Para qué sirve eso? Sólo para humillar.
Aparte de las asignaturas tradicionales, ¿qué ha de transmitir una escuela? Valores, entusiasmo. Esta mañana hemos visto el espectáculo del instituto Pablo Picasso. Prepararon su actuación, trabajaron, colaboraron, lo hicieron. ¿Vio la pasión que ponían? Esto no lo mide PISA.