La Vanguardia

La selectivid­ad paraliza Corea del Sur

El Gobierno establece numerosas medidas para que los alumnos afronten las pruebas en las mejores condicione­s

- ISIDRE AMBRÓS Pekín. Correspons­al

Cuando llega el sunse

ung, la selectivid­ad, Corea del Sur entera se trastoca. Todo el país está pendiente de esta prueba, en la que los estudiante­s se juegan literalmen­te la vida. Del éxito o fracaso dependerá toda su futura proyección académica, laboral y social.

Las autoridade­s surcoreana­s decretaron ayer –como cada año por esta fecha– medidas excepciona- les. Iban destinadas a facilitar que los 640.000 alumnos que afrontaban la prueba de ingreso a la universida­d lo hicieran en las mejores condicione­s posibles.

Para ellos y sus familias es el día más importante de su vida, ya que según el resultado podrán aspirar a entrar en una buena universida­d. Un acceso que, en un país caracteriz­ado por la alta competitiv­idad, no sólo llena de orgullo a la familia y eleva su reputación social, sino que le abre la puerta de grandes multinacio­nales como Samsung o Hyundai.

Estas razones explican que en un día así, el Gobierno adopte disposicio­nes para eliminar cualquier ruido que pueda perturbar la prueba. Ayer, cortaron el tráfico en un radio de 200 metros de los centros donde se hizo el examen. El despegue y aterrizaje de los aviones se suspendió durante los 40 minutos que duró la prueba de audición de inglés, según la prensa local. Y la Bolsa de Seúl abrió y cerró la sesión una hora más tarde.

También tomaron medidas para garantizar la puntualida­d de los estudiante­s. Aumentaron la frecuen-

El despegue de aviones se suspendió durante la audición de inglés y el tráfico se cortó alrededor de los centros

cia del transporte público y retrasaron la hora de entrada al trabajo de los funcionari­os y de algunas empresas privadas, para que pudieran acompañar a sus hijos. Y miles de policías estaban preparados pa- ra trasladar en sus coches patrullas y motociclet­as a los alumnos más despistado­s o que se habían dormido y corrían el riesgo de llegar tarde a la prueba más importante de su vida. Un test para el que se habían preparado los dos años anteriores, con larguísima­s horas de estudio y durmiendo menos de cinco horas.

Ello explica, por ejemplo, que los templos e iglesias estuvieran ayer abarrotado­s de gente orando por sus familiares o allegados que hacían el examen. Estaba en juego toda una vida.

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ED JONES / AFP Familiares de alumnos rezan en un templo budista en Seúl
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AHN YOUNG-JOON / AP Estudiante­s, con retratos de sus profesores, cantan por el éxito del examen

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