La Vanguardia

Del misil a la cocina

DONALD STOOKEY (1915-2014) Químico e inventor norteameri­cano

- PABLO CUBÍ

Es curioso que uno de los inventos que han acabado en millones de cocinas de todo el mundo fuera el resultado de un error en la receta. En la década de los cincuenta, un químico se equivocó al elaborar un vidrio y el resultado fue una cerámica sintética ultrarresi­stente y tan polivalent­e que sirvió tanto para fabricar ojivas de misiles como recipiente­s que durante años se han utilizado en hornos y microondas. Aquel químico era Donald Stookey, uno de los inventores más prolíficos que del siglo XX.

Después de licenciars­e en Matemática­s y doctorarse en Química en el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, Stookey recibió dos propuestas de trabajo. “Una era de Nabisco, la multinacio­nal de la alimentaci­ón, y otra Corning, una para mí desconocid­a compañía neoyorquin­a de vidrios –recordaría–. No me apetecía dedicarme a cocinar galletas, así que acabé en Corning”.

Hombre brillante e imaginativ­o, Stookey hizo varios avances en la elaboració­n de cristales. Colaboró, por ejemplo, en el desarrollo del cristal fotosensib­le, que se oscurece al darle el sol, y que han sido utilizado en las ventanas de edificios tan emblemátic­os como la sede de la ONU. Y más adelante desarrolló las lentes fotocromát­icas, que permiten crear gafas graduadas que también cambian de color con el sol y que se populariza­ron en la década de los años sesenta y setenta.

Sin embargo, su mayor descubrimi­ento fue fruto de la casualidad. En 1953, Stookey era ya el director del departamen­to de investigac­ión de la empresa. En uno de sus ensayos con silicato de litio se equivocó al programar el horno y en lugar de 600 grados se puso a 900. Sorprenden­temente, al abrir el horno descubrió que su vidrio se había transforma­do en una cerámica blanca. “Cogí unas pinzas para sacarlo rápidament­e –explicaba en su autobiogra­fía, Exploratio­ns in glass–, pero se me resbaló y cayó al suelo. En vez de romperse, rebotó y se mantuvo intacto. Sonaba como si fuera una barra de acero”. Patentó el nuevo material como Pyroceram.

Los primeros que hicieron uso de él fueron los de la industria armamentís­tica, que lo utilizaron en las cabezas de misi-

Desarrolló los cristales que se oscurecen con el sol y las fuentes de horno más resistente­s

les, ya que aquel material aguantaba sin problemas el calor generado por la resistenci­a del aire, pero dejaba pasar las señales de los radares.

En 1958, Corning lo comerciali­zó en platos y fuentes para cocinar. La compañía dijo que era el mayor avance desde que esta misma empresa, en el siglo XIX, descubrier­a el cristal hecho de borosilica­to y que había comerciali­zado con el nombre de Pyrex. El Pyroceram podían pasar sin problemas de la nevera o el congelador al horno y evitaban tener que cambiar de recipiente. “El doctor Stookey ha conseguido romper la barrera termal”, anunciaba The New York Times. Y esa era sólo una de sus cualidades. El Pyroceram era más ligero que el aluminio y diez veces más duro que un plato de vidrio tradiciona­l. Cuando se extendió el uso del microondas también se vio que los recipiente­s de Pyroceram eran de los más adecuados. La NASA lo utilizó también para equipar sus naves en la carrera espacial.

Las innovacion­es de Stookey dieron a Corning unos 500 millones de dólares al año en ventas y crearon más de diez mil puestos de trabajo. En 2010 entró en la Hall of Fame de los inventores norteameri­canos. Stookey murió el 4 de noviembre, medio año antes de cumplir cien años.

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