Mamá, tengo miedo
El miedo, dicen, es una reacción instintiva que puede degenerar en pánico o en medidas de prudencia
El martes el presidente Artur Mas dijo: “Ens han volgut fer por i ja no ens en fan”. Tras el éxito del motín democrático del 9-N y la respuesta constitucionalmente amenazadora de la fiscalía, la afirmación de Mas habrá reconfortado a las 2.300.000 personas que participaron en la jornada. No obstante, aplicando los consejos de mi coach, me permitirán que exteriorice mi angustia y les cuente lo que pensé: “Hable por usted, president. Yo siento un miedo doble”. Por un lado, el miedo que produce pensar que un ente tan intimidador como la Fiscalía General pueda empapelar al president y a sus consellers y azuzar los focos de incendio. Por otro, que los compatriotas que protagonizaron la proeza del 9-N se sientan tan motivados que se olviden de los límites objetivos de las reglas del juego. El miedo, dicen, es una reacción instintiva que puede degenerar en pánico o en medidas de prudencia. En el caso del inminente choque de trenes entre el soberanismo democrático multitudinario y un Estado que mantiene una táctica de defensa auto-destructivamente democrática, confieso que el miedo se está convirtiendo en un hábito desagradable. Ya me gustaría tener el coraje de Mas y no me tranquiliza que Rajoy afirme que también es el presidente de los catalanes que no votaron (¿es a mí?). Y puestos a contarlo todo, también admito que cada vez que el conseller Homs comparece para anunciar lo que sea y activa su aspersor de locuciones y frases hechas, me escondo bajo la cama y espero a que pase la tormenta. Es verdad que en esta esgrima ideológica el tono de los presidentes Mas y Rajoy se agradece y aplaca algunos pensamientos sombríos. Son pensamientos que conviene cortar de raíz con métodos eficaces, como repetirse el lema según el cual el independentismo no va en contra de nadie. Es una afirmación que ya tenía interiorizada hasta que la noche del 9-N vi como, con una energía de dibujo animado de Tex Avery, Carme Forca- dell proclamaba que los catalanes habían votado “contra l’Estat”. Relativicé la afirmación y la situé en un contexto de euforia, que convierte el contra no tanto en adverbio de método sino en la expresión de una efervescencia transitoria. Pero, por si acaso, acabaré de describir mi estado de ánimo: me da miedo que, combinadas a una temperatura política insensata y en condiciones de intransigencia mutua, las razones de Estado plurinacion-almente condescendiente y las razones de nación sin Estado produzcan unos efectos secundarios de alta confrontación. La otra frase inquietante de este tiempo convulso es la pregunta: ¿estamos preparados para la independencia? La respuesta es fácil: no. Pero eso no da miedo porque, en teoría, tampoco estábamos preparados para los delitos, traiciones, mentiras, complicidades, despilfarros y negligencias que hemos vivido y, en la práctica, los hemos acabado soportando. De aquellos polvos vienen, me temo, todos estos lodos.