La Vanguardia

“La clave del jazz es que te ha de poder sorprender siempre”

Joshua Redman, que actúa en el Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona

- ESTEBAN LINÉS

Joshua Redman fue una estrella precoz de la escena jazzística estadounid­ense en los años noventa –se había graduado cum laude en el 91 en Havard– y desde entonces ha ido ampliando su influencia, su dimensión artística y, sobre todo, su curiosidad musical. El saxofonist­a california­no (Berkeley, 1969), además de crear un discurso sonoro propio, se ha caracteriz­ado a lo largo de todo esos años por su insaciable voluntad colaborado­ra, que le ha llevado a trabajar con figuras como Chick Corea, Pat Metheny, Bob Thiele, Brad Mehldau o Paul Motian. Sin embargo, una de las joint ventures musicales más llamativas fue la que estableció en 2006 con la Trondheim Jazz Orchestra, una formación noruega dirigida por el también saxofonist­a Eirik Hegdal, con la que han llegado a grabar un álbum ( Triads and more, 2010). Desde entonces, la sinto-

MEZCLA DE MUNDOS El saxo americano actúa hoy con la noruega Trondheim Jazz Orchestra EL RETO CONSTANTE “Trabajar con ellos me obliga a abandonar la zona de confort en que me suelo mover”, dice

nía artística entre ambos polos ha ido creciendo, repitiendo giras. Ahora la formación escandinav­a se estrena, no solo en un escenario catalán, sino en el VollDamm Festival de Jazz de Barcelona (Palau de la Música, hoy a las 21 h) acompañand­o al insigne saxofonist­a norteameri­cano, quien ayer participó en una master class con los alumnos del Conservato­ri del Liceu.

¿El concierto de esta noche es una novedad para usted? Trabajar con la Trondheim Jazz Orchestra no se parece en nada a lo que suelo hacer. Al igual que cuando nos conocimos en 2006, la música que interpreto con ellos la compone expresamen­te Eirik Hegdal [su director] para mí y para cada uno de los músicos que la integran. Para el concierto de esta noche, en concreto, tengo que familiariz­arme con tres partituras totalmente inéditas para mí.

Entonces, ¿cómo funciona esta orquesta? Es una amplia formación de unos 250 músicos que puede tocar una extensa paleta estilístic­a. Lo que la hace bastante única, es que su configurac­ión varía y depende de las piezas que es- criba su director. En el caso del concierto de Barcelona, viene con un total de once músicos, incluidas tres cuerdas. Es una experienci­a que he ido repitiendo con ellos en unas cinco o seis giras diferentes,

¿Con ellos se acerca a su modelo ideal de jazz? Lo más importante para mí, incluso en mis piezas propias, es incorporar elementos que me reten, que despierten mi curiosidad. Una de las esencias del jazz es que es algo que tiene que cambiar constantem­ente, pero más que eso, el quid está en que tu actitud ha de ser la estar siempre abierto a la sorpresa.

¿Cómo son las piezas que escribe Hegdal? De entrada, son muy diferentes a las piezas que suelo tocar. Desde que nos conocimos, él ha seguido componiend­o piezas pensando en mí y cada vez son... cómo lo diría, más raras. Pero también digo que su música es muy personal, amplia y atractiva. Y digo atractiva porque son composicio­nes que me obligan a abandonar la llamada zona de confort en la que me suelo desenvolve­r. Por otra parte, es absolutame­nte contemporá­nea, hasta el punto que nunca la he escuchado igual.

Habrá algo que le guste especialme­nte de esas partituras. Su aspecto más importante es que te desafía a aprender a interrogar mi voz y mi pasión, que no es otra que mi experienci­a como improvisad­or. En el jazz americano se improvisa sobre estructura­s bien marcadas. Aquí es diferente; lo que él propone es un lenguaje muy diferente, que afecta al sonido, las texturas y las armonías.

¿Se siente una figura con este planteamie­nto de grupo, con estas composicio­nes? Bueno, lo que es verdad es que en la orquesta de Trondheim existe un afán, un énfasis por la improvisac­ión colectiva. Estoy cada vez más a gusto, más cómodo integrado en la banda. Mi papel solista, en este sentido, se ha ido de alguna manera diluyendo en este trabajo colectivo, que en parte ya viene decidido por las precisas partituras de Eirik a cada uno de los músicos. Es decir, estos conciertos no son de un músico que no para de hacer solos, sino que el protagonis­mo está algo más repartido. Además. el nivel de los músicos de la Trondheim es muy alto, y conocen perfectame­nte el repertorio americano, todos los standards.

¿No decía que había diferencia­s entre el jazz europeo y el de su país? Bueno, quizás exageraba, porque la verdad es que no hay un muro que los separe. Las tradicione­s jazzística­s de ambos escenarios no son tan diferentes; y la prueba es que mi manera de entender el jazz es muy similar a la de Eirik.

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LAURA GUERRERO El saxofonist­a, fotografia­do ayer en el Conservato­ri del Liceu

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