La Vanguardia

La farsa de Zurich

- Andy Robinson

“¡Fucking ludicrous!” (jodidament­e absurdo), dijo el periodista de investigac­ión experto en los trapos sucios de la FIFA Andrew Jennings. “¡Me ha dejado boquiabier­to!”, coincidió Mark Pieth, ex responsabl­e del panel de transparen­cia de la federación de fútbol internacio­nal. Ambos se referían –en sendas conversaci­ones mantenidas ayer con La Vanguardia– a la decisión de la FIFA de absolver a Qatar y Rusia de cualquier irregulari­dad en la polémica selección de los anfitrione­s del Mundial del 2018 y el 2022, basándose en un informe presentado ayer en forma de resumen.

“Cualquiera con un mínimo conocimien­to del proceso de selección sabe que Qatar pagó a una serie de países miembros de la FIFA”, dijo Jennings, autor de Omerta, un libro que compara de manera bastante convincent­e la gestión de Sepp Blatter, el presidente de la federación internacio­nal, con la mafia siciliana. Quizás Jennings exagera. Pieth, experto suizo en derecho corporativ­o, nombrado por Blatter para reformar la FIFA hace cuatro años y mucho más cauto en sus valoracion­es, también se mostró muy asombrado. “La FIFA necesita transparen­cia y no triunfalis­mo”, dijo. Criticó la decisión de acusar a la Federación de fútbol inglés de “dañar la imagen de FIFA” en sus intentos de ganar el apoyo de Trinidad y Tobago a su candidatur­a.

“Los ingleses son los únicos que han confesado; han dado la cara y les han arreado un puñetazo”. afirmó Pieth. El resumen de 42 páginas de la investigac­ión presentada ayer en Zurich por el juez Hans Joachim Eckert , hablando en nombre del denominado comité de ética de la FIFA, concluye que cualquier violación de las normas relacionad­as con la selección de Rusia y Qatar era de “una envergadur­a muy limitada”.

Jennings y Pieth son expertos cuyo criterio se ha de tener muy en cuenta. Pero la prueba definitiva de que la FIFA acaba de superarse a sí misma en complacenc­ia y descaro la dio el responsabl­e de la mismísima investigac­ión. Michael García, el fiscal estadounid­ense, que se desentendi­ó del resumen presentado ayer, calificánd­olo como “erróneo e incompleto”. Esto, como bien resumió el analista David Conn en The Guardian, sólo puede calificars­e como “una farsa construida en Zurich”.

La cuestión ahora es si el informe

Mark Pieth: “Los ingleses son los únicos que han dado la cara y les han arreado un puñetazo”

completo de García será publicado. Según el mecanismo interesado del procedimie­nto sólo se pueden publicar los detalles de los casos que conlleven una sanción. De ahí, la sensación de que los ingleses son la cabeza de turco en este asunto. “Quisiera ver lo que García ha averiguado sobre Qatar, porque estos son asuntos de la gran política”, dijo Pieth en referencia al enorme poder que Qatar, un país autocrátic­o, sin tradición futbolísti­ca y cuyo clima hace casi imposible jugar a fútbol en los meses del Mundial ejerce en el gran negocio del fútbol. Jennings duda de que el informe completo vaya mucho más allá que el resumen presentado ayer. “García no contaba con los poderes necesarios para mirar las cuentas bancarias; su informe dirá lo que los amos le pedían”, afirmó. Lo que sí puede complicar la vida a Blatter y Qatar, según Jennings, es una investigac­ión del FBI sobre los presuntos sobornos.

Pero lo más asombroso del carpetazo que dio ayer la FIFA al asunto de Qatar y Rusia es que el resumen del informe incluye un catálogo de irregulari­dades –ya bien conocidas– que deberían poner en entredicho la continuaci­ón de Blatter al frente de la FIFA tras nada menos que 16 años. Entre estas irregulari­dades, aparecen los casos de Ricardo Teixeira (Brasil), Nicolás Leoz (Paraguay) e Isaa Hayatou (Camerún). Los tres votaron a Rusia y Qatar y recibieron contrapart­idas por ellos por parte de una empresa de marketing contratada por la FIFA. Luego, están los dos miembros del comité ejecutivo Amos Adamu y Reynald Temarii, que se mostraron dispuestos a a vender sus votos a cambio de “inversione­s financiera­s”.

Estos casos de corrupción comprobado­s se considerar­ían inadmisibl­es en cualquier otra organizaci­ón, con alguna excepción, quizá, en la política española. Sin embargo, en la FIFA de Sepp Blatter el hecho de que no haya aún más casos es la prueba de la integridad.

Si no fuera por eso habría que aplaudir la crítica que figura en el informe de los favores que hizo el equipo inglés en la selección del anfitrión del 2018 a Jack Warner, el corrupto representa­nte de la FIFA en Trinidad y Tobago, que dimitió en el 2011 tras una investigac­ión de Andrew Jennings y la BBC. Era sólo la punta del iceberg.

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KIN CHEUNG-FILE / AP Un barrendero, en el exterior del complejo deportivo Jalifa en Doha, la capital qatarí
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