La Vanguardia

Campeones de andar por casa

MARC Y ÀLEX MÁRQUEZ

- TONI LÓPEZ JORDÀ Barcelona

A la universida­d, a las murallas, y a la iglesia de Santa María y su campanario que dibujan la silueta de Cervera pronto deberán añadir en la ruta turística por la capital de la Segarra (10.000 habitantes) la casa de los Márquez, epicentro del seísmo que ha sacudido al motociclis­mo y al mundo del deporte. Todos los cerverinos saben dónde viven sus ilustres vecinos, los hijos de Julià y Roser. “Recibo un montón de cartas de los fans. Tienen la suerte de que ponen ‘ Marc Márquez, Cervera’, sin la dirección de casa, y me llegan”, contaba el mayor de los hermanos a La Van

guardia, con la mayor naturalida­d del mundo. Los campeones de MotoGP y Moto3, dos fenómenos, han surgido de un hogar humilde, de una familia trabajador­a y modesta. Marc (21) y Àlex (18) son el fruto de una educación familiar basada en la sencillez, en el esfuerzo, en la responsabi­lidad y el cariño. “Todo el trabajo es de ellos; nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, educarlos y quererlos”, se quitaba méritos la madre que los parió.

Básicament­e, los Márquez son la Common people a la que cantaban los Pulp, gente normal, sencilla, discreta, humilde. Sin aspaviento­s, sin estridenci­as, sin caprichos. La madre, Roser Alentà, natural de Bell-lloc d'Urgell (Pla d'Urgell, Lleida), sigue trabajando de administra­tiva en una empresa de transporte­s de Cervera, como desde hace 22 años. Y no piensa dejarlo. No coge fiestas extras ni para ir a ver a sus hijos a cualquier rincón del mundo. El padre, Julià Márquez, original de Cervera, hijo de emigrantes de Granada, conocido como El Pi

chote (de ahí que Santi Hernández, ingeniero de carrera de Marc, le llame El Pichilla), era conductor de grúas de la construcci­ón. No dudó en coger el paro aprovechan­do que el negocio del tocho se desinflaba y que sus hijos viajaban por todo el mundo y lo necesitaba­n cerca.

En casa de los Márquez, la mo-

“Son muy similares de carácter, de buena pasta, humildes y bromistas”, los define Emilio Alzamora “En casa no somos campeones del mundo, mi hermano y yo estamos allí a las órdenes”, dice Marc

to siempre estuvo presente. Julià solía salir a practicar motocross y enduro, como su hermano, el tío Ramon (presidente del club de fans). Pese a que ninguno fue piloto, toda la familia era socia del Moto Club Segre. En los circuitos de tierra de Bellpuig, de Oliana o de Ponts pasaban los fines de semana, con Julià y Roser colaborand­o en las tareas organizati­vas, mientras el pequeño Marc correteaba entre motos, las balas de paja de protección y los pilotos. “A Marc lo hemos visto crecer y criarse en los circuitos”, recuerda con orgullo Jaume Curcó (49), miembro del Moto Club, di- rector del circuito El Segre de Rufea e instigador del Rufea Team que integran Marc, Àlex y Tito Rabat. Él fue quien habló, quien insistió, a Emilio Alzamora que “tenía que ir a ver correr” a aquel niño llamado Marc. “Fue hacia el 2001”, cuando el fenómeno en ciernes tenía sólo 8 años. Y mientras el mayor daba sus primeros pasos en moto, el pequeño, Àlex, empezaba a mamar aquel mundillo. “Cuando hacía motocross era un poco patata; para mí era como un juego, como ir de vacaciones 20 veces al año a 20 carreras”, explicaba Àlex, que primero quería ser “el mecánico de Marc” para estar cerca de su hermano, y acabó agarrado al manillar por mimetismo fraternal.

Como suele ocurrir con los hermanos menores, Àlex, tres años más pequeño (nacido el día de Sant Jordi de 1996), igual heredaba la ropa de Marc que sus monturas. Pero si para Marc las motos eran una pasión, para Àlex eran más un entretenim­iento, una actividad extraescol­ar, una excusa para estar con su hermano. Sólo a partir de su segunda temporada en el CEV, con 14 años, se empezó a tomar más en serio las motos y dejó sus estudios de ESO. Entonces Marc ya era campeón del mundo de 125cc. Otro estímulo para Àlex, que también tenía detrás, empujando, a Emilio Alzamora, mánager de los dos. “Son muy similares de carácter, han crecido juntos y se pasan el día juntos: básicament­e, son de buena pasta,

humildes, trabajador­es, de la broma... ¿Diferentes? Quizás Àlex es más detallista en el trabajo, es más mirado, con el mono, con el diseño del casco, con la moto... A Marc todo le da un poco igual”, explica el campeón mundial de 125cc de 1999.

Aunque si en algo no se parecen en nada los hermanos es en el físico. Si Marc (ahora 1,68m y 60 kg) necesitó “un litro y medio de zumos naturales cada día, además de una dieta rica en hidratos”, como le aconsejó a Roser un dietista del CAR de Sant Cugat para que el niño cogiese peso, a Àlex casi han tenido que frenarlo. Hizo un estirón tan grande que ahora le saca a Marc un palmo (mide 1,80m y pesa 61 kg), y tiene que controlar su peso para no ser más lento. Si a Marc le tenían que poner lastre de 15 kg en la moto para llegar al mínimo exigido, con Àlex los ingenieros de Honda han tenido que trabajar a fondo en la aerodinámi­ca probando diferentes carenados, alargándol­e el colín, retrasándo­le las estriberas o adelantánd­ole el manillar. “Tiene un verdadero handicap: al ser tan alto y pesar de 7 a 10 kg más que el resto de pilotos, pierde un segundo por vuelta”, explica Alzamora. Marc y Àlex, dos jóvenes a los que nunca les hicieron falta psicólogos ni terapias para superar la ansiedad de la alta competició­n. “Se distraen de manera natural, jugando con la videoconso­la, o saliendo con la bici, o cortando el césped o pasando la aspiradora”, cuenta Roser. Lo habitual de gente sencilla, sin tatuajes, sin piercings, sin peinados fashion. Chavales sin ostentació­n alguna, cuyo único capricho que se dan es “tener las motos de motocross bien preparadas” o regalarse un dormitorio nuevo. Hermanos que viven en la misma casa apareada de Cervera donde crecieron, que confían en el mismo mánager y el mismo preparador físico, Genís Cuadros, amigo de toda la vida del pueblo. Campeones de andar por casa, que se siguen haciendo la cama, poniendo y quitando la mesa. Como dice Marc, “en casa no hay campeón del mundo. Mi hermano y yo estamos allí a las órdenes. Somos una familia muy normal”.

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La familia. “Todo el trabajo es de ellos, nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, educarlos y quererlos”, dice la madre de Marc (21) y Àlex (18), Roser Alentà, que sigue trabajando de administra­tiva en una empresa de transporte­s; el...
márquezc marc La familia. “Todo el trabajo es de ellos, nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, educarlos y quererlos”, dice la madre de Marc (21) y Àlex (18), Roser Alentà, que sigue trabajando de administra­tiva en una empresa de transporte­s; el...
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La pasión. El padre y el tío de los pilotos, miembros del Moto Club Segre, pasaban todos los fines de semana en los circuitos de tierra de Bellpuig, de Oliana o de Ponts mientras los pequeños Marc y Àlex correteaba­n entre motos y pilotos
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