EE.UU. renueva su arsenal y el mando de la fuerza nuclear
Obama olvida su promesa de eliminar las armas atómicas
Barack Obama hizo saltar lágrimas de emoción a millones de personas de todo el mundo, incluidos los centenares de periodistas que le escuchábamos aquel mes de abril de 2009 en Praga. “Declaro claramente y con convicción el compromiso de Estados Unidos de buscar la paz y la seguridad en un mundo sin armas nucleares”, prometió el presidente norteamericano.
Ese mismo año, el comité noruego le concedió el premio Nobel de la Paz destacando “la vi-
Doce submarinos, cien bombarderos y 400 misiles y una inversión billonaria
sión de Obama de trabajar por un mundo sin armas nucleares”. Hubo entonces algunas críticas por el carácter preventivo de ese reconocimiento. Desde luego, ahora sería mucho más difícil justificar el galardón porque Obama no sólo no ha podido hacer realidad tampoco en este asunto su eslogan “Yes we can”. Por supuesto, no va a terminar con las armas nucleares. Más bien todo lo contrario. Su secretario de Defensa, Chuck Hagel, anunció ayer un Plan Renove del arsenal nuclear estadounidense que requerirá un inversión milmillonaria, sin duda la más elevada destinada a la industria bélica desde la Segunda Guerra Mundial.
El arsenal “padece problemas recurrentes que si no los abordamos ponemos en riesgo la seguridad y la eficacia de la disuasión nuclear de Estados Unidos”, declaró ayer el secretario de Defensa. Consciente de la contradicción con los mensajes del presidente, Hagel señaló que “mientras tengamos armas nucleares deben ser seguras y efectivas”. Y todo indica que en buena parte han quedado obsoletas. Así al menos se señala en dos informes encargados por el propio Hagel, uno interno y otro independiente que llegan prácticamente a las mismas conclusiones. Las armas han envejecido, el personal está desmotivado y la organización no es operativa, una situación de auténtica “decadencia”, que se resume en cien recomendaciones de reformas y renovación de material.
El secretario de Defensa no quiso detallar el presupuesto previsto para modernizar el arse-
nal, pero ya se sabe que en los planes del Pentágono figura incorporar 12 nuevos submarinos balísticos, cien nuevos aviones bombarderos equipados con bombas como las que arrasaron Hiroshima y Nagasaki pero más potentes y modernas y 400 misiles balísticos intercontinentales.
La oficina del Presupuesto del
El final de la guerra fría favoreció el relajamiento en las unidades nucleares
Congreso había calculado que la modernización exigiría una inversión de 355.000 millones de dólares durante diez años. Sin embargo, una vez comprobado el mal estado de las armas, la decadencia de la organización y las recomendaciones de los expertos, el Instituto Monterey de Estudios Internacionales ha estimado que este Plan Renove del arsenal nuclear requerirá una inversión en treinta años de más de un billón de dólares. En Estados Unidos un bilion son sólo mil millones, pero en este caso la cifra que señala el mencionado instituto es de 1.100 miles de millones de dólares. “En materia de defensa no hay otra capacidad más importante que la nuclear”, justificó el secretario Hagel.
Políticamente el anuncio también resulta algo inoportuno si se tiene en cuenta que llega sólo diez días antes de que concluyan las negociaciones con Irán para que desmantele su infraestructura nuclear.
Acabada la guerra fría y tras el hundimiento de la Unión Soviética, las unidades del ejército de Estados Unidos que estaban asignadas a las armas nucleares entraron en una fase de relajamiento y desmoralización. Pasaron de estar considerados como cuerpo de élite a ponerse en cuestión su utilidad, un debate alimentado con la progresiva reducción del arsenal nuclear.
La decadencia se convirtió en escándalo a principios de este año cuando el mando de la Fuerza Aérea tuvo que suspender a 34 oficiales de la base de Malmström, Montana, por hacer trampas en las pruebas que comprobaban sus capacidad para continuar manejando misiles. El relajo era tal que once oficiales fueron investigados por consumo de drogas ilegales. El general Michael Carey, comandante de la 20ª Fuerza Aérea, responsable de los misiles balísticos intercontinentales, perdió el puesto tras una denuncia interna por “mostrarse ebrio y confraternizar con mujeres extranjeras”, precisamente durante un viaje de trabajo nada menos que a Moscú.