No es Monago, es el sistema
Después del 9-N y la réplica del presidente Rajoy, el protagonista de la semana ha sido el señor Monago, don José Antonio. Según sus palabras, un modelo de austeridad que vive en su casa, paga su luz, renunció a privilegios, trabaja como un esclavo, es conocido en los bares de carretera porque cena en la barra y no tiene parabólica. Un ejemplo, según el concepto que tiene de sí mismo, de servidor público. Diré por adelantado que no discuto sus cualidades y méritos, que soy un crédulo ante sus explicaciones y no soy quien para culparle de nada. Me salgo del corro de las acusaciones y, si hay que proclamar su santidad en vida, la proclamo.
Digo todo esto porque el tema no es Monago. Monago sólo es la expresión episódica de una corrupción institucional. Monago, aunque sea inocente, ha servido como señal de humo para descubrir dónde está el fuego, dicho sea de forma respetuosa para quien ha sido bombero profesional con el número uno. Y el fuego está en ese sistema opaco y por tanto sospechoso de uso de fondos públicos con fines privados. Ese sistema existe y ha quedado al descubierto con un agravante: el Partido Popular, cuyo presidente se dispone a alumbrar heroicas medidas contra la corrupción, no está dispuesto a corregirlo a pesar del escándalo que supone.
Esa es la primera definición: la exis- tencia de un pago de viajes sin límite, pero sin ninguna rendición de cuentas, es un escándalo. Lo sabe la presidenta de Aragón, que obligó a dimitir al diputado Carlos Muñoz, que fue visto llorando esta semana por los pasillos del Congreso. Es un escándalo porque no es admisible, por ejemplo, que se restrinjan los servicios de ambulancias por razones económicas y que cualquier parlamentario pueda viajar en avión al destino que le apetezca sin que nadie le exija un justificante. Por similar comparación, no es admisible que a un profesional se le rechace como gasto un pago de taxi o un almuerzo de trabajo, mientras sus representantes disponen de billetaje libre para viajes que pueden ser de ocio. Y es un escándalo, porque, si esos billetes se usan para fines privados, son lo mismo que las tarjetas negras de Caja Madrid y con la misma justificación: todos creen que se trata de un derecho o de un complemento salarial.
El tema, insisto, no es Monago. Es tema es que todos los parlamentarios pueden hacerlo, y no sabemos cuántos lo hacen. El tema es que, empezando por Monago, hacen esos viajes por cuestiones de partido, por extrañas colaboraciones entre diputados o senadores de regiones distintas, pero del mismo partido y con el dinero de todos. El tema es que existen, según Monago, una especie de comisiones mixtas interregionales que no figuran en ningún estatuto, pero que parecen tener como objetivo el intercambio turístico, y lo pagamos usted y yo. Y el tema es que el partido gobernante defiende la continuidad del sistema, aunque escandalice a la sociedad. Pues bien: si lo siguen haciendo, sépase que el corrupto no es el diputado o senador que lo usa, sino quien se lo permite. Es decir, la corrupción institucional.