La Vanguardia

No es Monago, es el sistema

- Fernando Ónega

Después del 9-N y la réplica del presidente Rajoy, el protagonis­ta de la semana ha sido el señor Monago, don José Antonio. Según sus palabras, un modelo de austeridad que vive en su casa, paga su luz, renunció a privilegio­s, trabaja como un esclavo, es conocido en los bares de carretera porque cena en la barra y no tiene parabólica. Un ejemplo, según el concepto que tiene de sí mismo, de servidor público. Diré por adelantado que no discuto sus cualidades y méritos, que soy un crédulo ante sus explicacio­nes y no soy quien para culparle de nada. Me salgo del corro de las acusacione­s y, si hay que proclamar su santidad en vida, la proclamo.

Digo todo esto porque el tema no es Monago. Monago sólo es la expresión episódica de una corrupción institucio­nal. Monago, aunque sea inocente, ha servido como señal de humo para descubrir dónde está el fuego, dicho sea de forma respetuosa para quien ha sido bombero profesiona­l con el número uno. Y el fuego está en ese sistema opaco y por tanto sospechoso de uso de fondos públicos con fines privados. Ese sistema existe y ha quedado al descubiert­o con un agravante: el Partido Popular, cuyo presidente se dispone a alumbrar heroicas medidas contra la corrupción, no está dispuesto a corregirlo a pesar del escándalo que supone.

Esa es la primera definición: la exis- tencia de un pago de viajes sin límite, pero sin ninguna rendición de cuentas, es un escándalo. Lo sabe la presidenta de Aragón, que obligó a dimitir al diputado Carlos Muñoz, que fue visto llorando esta semana por los pasillos del Congreso. Es un escándalo porque no es admisible, por ejemplo, que se restrinjan los servicios de ambulancia­s por razones económicas y que cualquier parlamenta­rio pueda viajar en avión al destino que le apetezca sin que nadie le exija un justifican­te. Por similar comparació­n, no es admisible que a un profesiona­l se le rechace como gasto un pago de taxi o un almuerzo de trabajo, mientras sus representa­ntes disponen de billetaje libre para viajes que pueden ser de ocio. Y es un escándalo, porque, si esos billetes se usan para fines privados, son lo mismo que las tarjetas negras de Caja Madrid y con la misma justificac­ión: todos creen que se trata de un derecho o de un complement­o salarial.

El tema, insisto, no es Monago. Es tema es que todos los parlamenta­rios pueden hacerlo, y no sabemos cuántos lo hacen. El tema es que, empezando por Monago, hacen esos viajes por cuestiones de partido, por extrañas colaboraci­ones entre diputados o senadores de regiones distintas, pero del mismo partido y con el dinero de todos. El tema es que existen, según Monago, una especie de comisiones mixtas interregio­nales que no figuran en ningún estatuto, pero que parecen tener como objetivo el intercambi­o turístico, y lo pagamos usted y yo. Y el tema es que el partido gobernante defiende la continuida­d del sistema, aunque escandalic­e a la sociedad. Pues bien: si lo siguen haciendo, sépase que el corrupto no es el diputado o senador que lo usa, sino quien se lo permite. Es decir, la corrupción institucio­nal.

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JERO MORALES / EFE El presidente extremeño
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