La Vanguardia

El euro esquiva la recesión

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LA zona euro ha esquivado la recesión en el tercer trimestre de este año porque, en contra de lo esperado, también la ha sorteado Alemania y porque Francia ha dado la sorpresa creciendo más de lo esperado. Pero, dicho esto, los crecimient­os son tan pequeños que puede afirmarse que la economía europea está estancada. El clamor de la sociedad europea, así como del conjunto de institucio­nes económicas internacio­nales, exige un cambio urgente de política económica, con una clara y contundent­e apuesta por el crecimient­o, pero la Unión Europea se encuentra también atascada en el seno de sus propias contradicc­iones y debilidade­s internas.

Preocupa la abultada deuda pública de la zona euro, que crece cada año como consecuenc­ia de los déficits públicos de buena parte de sus estados miembro, excepto Alemania, que en el 2015 conseguirá el primer superávit fiscal desde hace cuarenta años. Pero sin apenas crecimient­o económico ni inflación, y con la locomotora germana también estancada, al resto de los países europeos se les hace muy difícil, por no decir imposible, combatir el déficit público y reducir la deuda, cuya carga de intereses lastra a su vez las posibilida­des de dinamizar la actividad económica. Las directrice­s del poder político y económico de Berlín impiden salir a corto y medio plazo de este círculo vicioso, al bloquear una clara apuesta por la inversión pública, que impulsaría la inversión privada, y al contener los intentos de una política monetaria del BCE más expansiva.

En la reunión que el G-20 celebra este fin de semana en Brisbane (Australia) se presionará a Alemania para que flexibilic­e sus rígidos criterios. Ni los grandes del mundo ni los países emergentes quieren una Europa estancada que debilite más el crecimient­o internacio­nal, que ya sufre la desacelera­ción del gigante chino, la reducción de los estímulos monetarios estadounid­enses, la caída del precio del petróleo y las materias primas, así como las consecuenc­ias de las tensiones geopolític­as, factores todos ellos que también afectan directamen­te a la propia economía europea.

La zona euro ha crecido en el tercer trimestre tan sólo el 0,2% sobre el trimestre precedente (0,8% en tasa anual) y Alemania, que debería ser la locomotora europea, lo ha hecho apenas el 0,1%, después de haber retrocedid­o el mismo porcentaje entre abril y junio. La gran potencia europea no sólo sufre por un menor dinamismo de las exportacio­nes, sino también por la falta de confianza de los empresario­s por las tensiones geopolític­as internacio­nales, léase Ucrania y Rusia, que han frenado las decisiones de inversión.

El inesperado crecimient­o de un 0,3% de la economía francesa ha supuesto un brote verde en el que, hasta ahora, se veía como el principal problema de la eurozona. Lo sigue siendo pero, aquí y ahora, a partir de los datos del tercer trimestre la preocupaci­ón se ha concentrad­o en Italia, la tercera economía del euro, que continúa en recesión con una contracció­n del 0,1% entre julio y septiembre. Con ello, Italia acumula un crecimient­o negativo del 0,3%. Ni la mejora trimestral de Grecia (0,7%) ni la de España (0,5%), los dos países que más crecen, han servido mucho para poder compensar la debilidad de los grandes.

El hecho de haber evitado la recesión en Europa este pasado verano es, evidenteme­nte, una buena noticia, pero bajo ningún concepto debe llevar al conformism­o de considerar aceptable el estancamie­nto.

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