La Vanguardia

¡Q’aproveche!

- Quim Monzó

En junio abrieron una trattoria en la calle Loreto de Dénia, en la Marina Alta. Tiene un patio donde los clientes también pueden comer. El patio toca con la parte de atrás de la casa de un vecino al que, según parece, no le gusta el jaleo que montan las personas que comen o cenan. Hace unas semanas se hartó y decidió colocar en su galería lápidas de muertos, de forma que se viesen desde el restaurant­e. No sé de dónde las sacó, pero cuestan una pasta gansa y, si se ha rascado el bolsillo para pagarlas, quiere decir que realmente está hasta los huevos. La intención del vecino es disuadir a los clientes a los que, presupone, no les apetece comer al lado de lápidas mortuorias. La respuesta del dueño de la trattoria –Juan Carlos Villar– ha sido poner en su patio un enorme plafón blanco que impide que se vean. La contestaci­ón del vecino tuvo lugar este lunes pasado. Instaló en su galería un andamio que supera la altura del plafón blanco del restaurant­e y, encima, dos ataúdes, que se ven perfectame­nte desde el patio. En el diario Levante, el propietari­o del restaurant­e explica: “No sabemos qué será lo siguiente. Quizá coloca calaveras”. Ni Levante ni la agencia Efe dicen el nom-

A mí, francament­e, si la manduca fuese buena, no me importaría comer rodeado de tumbas

bre de la trattoria pero, por las fotos que han publicado, se ve claramente que es L’Escoleta.

Todo eso del decoro y las buenas formas es muy relativo. Cuando llegan las épocas de disfraces –carnaval y Halloween– la gente se viste de muerto y de zombi y arrastra ataúdes y a todos les parece la mar de divertido. A mí, francament­e, si la manduca fuese buena, no me importaría comer rodeado de tumbas, como en ese restaurant­e de Ahmedabad, en India, del que tuvimos noticia en primavera. Se llama New Lucky y lo montaron en un antiguo cementerio musulmán. Entre las mesas están las tumbas y la gente come y cena sin ningún problema. Su propietari­o, Krishnan Kutti, dice que precisamen­te ese aire de cementerio atrae a los clientes, que no sólo creen que las tumbas traen suerte sino que, así, viven una experienci­a nueva. El negocio le va viento en popa.

Visto que la concejal de disciplina urbanístic­a del ayuntamien­to dianense –María Mut, del PP– no sabe qué hacer, si yo estuviese en la piel del propietari­o del local optaría por quitar el plafón blanco que puso, para que las lápidas mortuorias se volviesen a ver perfectame­nte desde el comedor. Y en el patio pondría muchas más. Como el propietari­o del New Lucky de Ahmedabad, explicaría que traen suerte. No sé si en la Marina Alta la gente se tragaría esas superstici­ones, pero lo que les puedo asegurar es que, cuando el vecino saliese a la galería y viese todas esas lápidas en el patio del restaurant­e le daría un patatús. Ojo que no cayese desde arriba y fuese a dar, ya cadáver, sobre una mesa con una pizza marinara justo en medio, de forma que, a consecuenc­ia del impacto, todos los comensales acabasen salpicados de salsa de tomate.

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