Buen comienzo
Me ha gustado el estreno de Federica Mogherini como alta representante para la Política Exterior de la Unión Europea. Me ha gustado que su primer viaje oficial haya sido a Israel y Palestina y lo que ha dicho, aunque apenas haya dicho nada rigurosamente nuevo. Me ha gustado porque supone una reafirmación de la amistad con las dos partes y porque muestra la voluntad de hacer visible el papel de la UE en la escena internacional y de impulsar las negociaciones para poner fin al conflicto.
Mogherini habló con gran claridad en sus intervenciones públicas y cabe presumir que también lo hizo en las conversaciones privadas. Condenó de forma categórica los atentados recientes en Jerusalén y defendió que la ciudad sea la capital de dos estados, el israelí y el palestino, cosa que forma parte desde hace mucho tiempo de la posición de la UE. Pero lo hizo en Ramala, capital administrativa de los territorios palestinos, poco después de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, diera a entender que no piensa ceder la parte de la ciudad que la comunidad internacional considera ocupada.
La alta representante mantuvo que los asentamientos israelíes en Jerusalén oriental y Cisjordania son ilegales y un obstáculo para la paz. Tampoco es nada nuevo, por supuesto. La UE se ha pronunciado muchas veces contra la expansión de los asentamientos. Pero lo dijo poco después de la aprobación por parte del Gobierno israelí de más de doscientas nuevas viviendas, a pesar de las protestas internacionales.
Mogherini pidió voluntad política a las partes para reanudar las conversaciones y garantizar que arrojen resultados. Manifestó su esperanza de que la franja de Gaza no vuelva a ser campo de batalla entre Israel y Hamas y afirmó que el mundo no puede asistir impasible a una nueva guerra, ni sentarse y esperar porque entonces el conflicto durará cuarenta años más.
Hasta aquí nada nuevo salvo la vehemencia y la claridad de exposición. La única novedad de sus declaraciones fue la expresión de su deseo de poder reconocer al Estado palestino antes de que acabe su mandato, dentro de cinco años. Aunque no está claro que este reconocimiento forme parte de las competencias de la Unión, las palabras de Mogherini suponen una clara forma de presión a Israel para que apueste por una solución negociada, sobre todo tras el reconocimiento oficial por parte de Suecia, hace apenas un mes, y la votación a favor del reconocimiento por parte del Senado irlandés y de la Cámara de los Comunes en el Reino Unido, con la abstención de los representantes del Gobierno de David Cameron.
La UE no negará nunca a Israel su apoyo frente a los que no aceptan su existencia, ni el derecho a defenderse de forma proporcionada de los ataques que recibe, sean los cohetes disparados desde Gaza o los atentados en su suelo. La UE estará siempre a favor de un Estado de Israel seguro, que pueda vivir en paz sin estar sometido a la amenaza permanente del terrorismo ni al deseo de destrucción por parte de algunos vecinos. Federica Mogherini lo dejó claro en sus intervenciones públicas y cabe imagi-
La solución de los dos estados, Israel y Palestina, no es fácil, pero la alternativa de un solo Estado es mucho peor
nar que también lo hizo en sus contactos privados con las autoridades israelíes. Cabe suponer que pidió a la Autoridad Palestina que elimine toda ambigüedad en el reconocimiento pleno del Estado de Israel y que asuma que la garantía de su seguridad es esencial para alcanzar un acuerdo.
Pero este apoyo no debe conducir a la UE a callar la gravedad de la situación. Al contrario. Precisamente porque apoya incondi- cionalmente la seguridad de Israel, es bueno que la UE le diga que esta seguridad difícilmente estará garantizada sin un marco regional que la haga posible. Es bueno que manifieste todas las veces que sea necesario su oposición a la construcción de nuevos asentamientos que pueden acabar haciendo inviable un Estado palestino y que pida a Israel y a la Autoridad Palestina que se sienten a negociar un acuerdo que ponga fin al conflicto. La solución de los dos estados, Israel y Palestina, no es fácil. Pero la alternativa es mucho peor. La alternativa es un solo Estado parecido a la Sudáfrica del apartheid, un Estado que sería incompatible con la democracia y, a la larga, con la supervivencia de Israel.
La verdadera amistad no se demuestra guardando silencio. La verdadera amistad exige la valentía de decir lo que se piensa. Por eso las palabras de Federica Mogherini, aunque apenas incluyan nada nuevo y es muy dudoso que vayan a cambiar nada de forma inmediata en Gaza o Cisjordania, son valiosas porque suponen una nueva forma de plantear las relaciones de la Unión Europea con Israel y con la Autoridad Palestina, una forma más franca, más sincera, y permiten albergar la esperanza de que la Unión Europea se esforzará para sacar el conflicto israelo-palestino del impasse actual. Es un buen comienzo.