Periodismo romántico
AARON SORKIN PLANTEA UN NIVEL DE CONCIENCIA PERIODÍSTICA DELIBERADAMENTE IDÍLICO, MUY ALEJADO DE LA PRECARIA REALIDAD DEL OFICIO
Aprovechando que Canal+ ha empezado a emitir la tercera temporada de The newsroom es un buen momento para recuperar la segunda. Ha salido el pack de DVD, ese formato anacrónico que, por falta de clientela, acabará desapareciendo. De todas las formas de ver series, el DVD me parece la más perfecta: permite el empacho sin transgredir leyes ni alternar con tugurios piratas financiados por la publicidad de empresas –glups– potentes (anécdota: me cuentan que en uno de los portales más activos, al ver el primer capítulo de Olive Kitteridge, salió un anuncio del 012 de la Generalitat; quiero pensar que es la consecuencia de haber pirateado toda la señal, anuncios incluidos, y no de una política propagandística indiscriminada).
Recupero el hilo: The newsroom. La acción se sitúa en la redacción de un programa de actualidad. En esta ocasión el hilo argumental desarrolla las consecuencias de un error deontológico provocado por las trampas y peligros del sistema. La noticia que alimenta la trama tiene que ver con la guerra contra el terrorismo y propicia que el guionista Aa- ron Sorkin reflexione sobre los límites éticos de la guerra y las contradicciones del discurso de Obama aplicado a la política exterior. Intensa, logorreica, trepidante, la historia permite retratar los primeros tiempos de promiscuidad entre la política, la información y Twitter, y cómo las redes sociales modifican la percepción de la realidad y hacen que resulte más peligroso tener una exclusiva que no tenerla. Igual que en la primera temporada, Sorkin plantea un nivel de conciencia periodística deliberadamente idílico, muy alejado de la precaria realidad del oficio. Esta visión romántica, sin embargo, tiene la virtud de situar la serie en el ámbito de la ficción reconfortante, como lo fueron en su tiempo las películas de Frank Capra o de Charles Chaplin. El espectador sabe que el periodismo ya no se puede permitir el lujo de ser tan ejemplar y riguroso y, precisamente por eso, necesita que la ficción lo haga fugazmente verosímil. Espléndida, con momentos de sentimentalismo primario que contaminan anecdóticamente sus virtudes, la serie también trata del peligro de los drones como nuevos juguetes de las guerras sucias internacionales. La prueba de que deben de ser una novedad relevante es que, además de en The newsroom, los drones son los protagonistas de la novena temporada de 24 y de la cuarta temporada de Homeland. Ah, antes de que se me olvide: la intervención de Jane Fonda en el penúltimo capítulo ya justifica la compra del pack de DVD.