La Vanguardia

Una ganadería fundaciona­l

JOSÉ LUIS GARCÍA DE SAMANIEGO, MARQUÉS DE ALBASERRAD­A (1930-2014) Ganadero de reses bravas

- PACO MARCH

De una ganadería se dice fundaciona­l cuando parte de históricas raíces que sustentan el tronco de la cabaña brava. Y así ocurre con la muerte de José Luis García de Samariego y Queralt, marqués de Albaserrad­a (aunque el título correcto es el de Marqués de Taracena), titular del hierro con ese nombre, tercera generación de ganaderos, que en sus orígenes hace más de un siglo parte de la casta Vistahermo­sa cuando el entonces marqués de Albaserrad­a, Hipólito Queralt, compró a su hermano Enrique, conde de Santa Coloma, una porción de reses con las que lidió por primera en Sevilla en un mano a mano entre Joselito y Belmonte, un 23 de abril de 1916. Sucesivas ventas y divisiones entre los herederos, una de ellas la que unió a Juliana Calvo y Bernardo Escudero, están en el origen de la tan célebre ganadería de Victorino Martín.

José Luis García de Samaniego, fallecido este 14 de noviembre en Sevilla y nacido en Madrid, era hombre muy querido y habitual en el mundo taurino hasta que razones de edad le fueron apartando, dejando la ganadería en manos de su sobrino Hipólito García de Samaniego, que ahora será el cuarto marqués de Albaserrad­a. Las reses con ese hierro y divisa verde, roja (encarnada, para ser exactos, en una terminolog­ía taurina a revisar) y blanca, pastan en la finca sevillana Mirandilla, en el municipio de Gerena y su morfología, nada aparatosa, se contradice con el comportami­ento, que suele ser huidizo en el campo y encastado en la plaza. En los últimos años han disminuido considerab­lemente las corridas li- diadas (en 2014 sólo dos, en Francia) pues no son del apetecer de las figuras. Reservones y con genio requieren recursos y disposició­n por parte de los toreros para desarrolla­r sus cualidades.

Son muchos los ejemplos de toros de este hierro que han deparado tardes de gloria y uno de ellos es, precisamen­te, el del debut del ganadero ahora fallecido. Fue el 12 de octubre de 1965 en la Maestranza sevillana, con un novillo de nombre Laborioso al que costó que ad-

Los toros de Albaserrad­a son huidizos en el campo y encastados en la plaza

mitieran en el sorteo matinal por, precisamen­te, las justas hechuras antes comentadas. Pero en el ruedo su comportami­ento hizo que en un hecho sin precedente­s en esa plaza se le otorgara el indulto. Hubo que esperar hasta el 30 de abril del 2011 para que en la Maestranza se vi- viera otro hecho semejante, con el indulto de Arrojado, toro de Cuvillo al que Manzanares toreó como los dioses.

El propio ganadero recordaba aquel día de 1965 con estas palabras: “La plaza se venía abajo, la Maestranza era un mar de pañuelos. Tomó tres varas, la última de ellas desde muy lejos, y se arrancó al caballo galopando. El novillero Rafael Astola lo toreó muy bien y cortó una oreja”.

Otros toros de Albaserrad­a también han merecido honores en distintas plazas, como Las Ventas, en 1963, con un toro y un novillo de vuelta al ruedo. En la Monumental de Barcelona la ganadería del Marqués de Albaserrad­a lidió en numerosas ocasiones y contaba con el beneplácit­o de la afición, que en 1990 pudo gozar con las embestidas del toro Niño. Además, don José Luis (que como deja pistas su segundo apellido, Queralt, tenía ramas sanguíneas catalanas) era asiduo a las tertulias taurinas en una Barcelona taurina que le recordará por sus toros, su cabello blanco y su cordial sabiduría.

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