La Vanguardia

La vida color gris de Pla

Destino publica las notas inéditas de 1956, 1957 y 1964 del autor ampurdanés

- JOSEP MASSOT

Los amantes de la prosa de Josep Pla saben que sus diarios rozan la frontera de la ficción y que en las páginas de El quadern gris se representa la construcci­ón de un personaje llamado Josep Pla. De hecho, empieza haciendo creer que lo escribió en 1917 y 1919 a los veintiún años cuando es una obra de madurez, un cajón de sastre de otros textos. El engaño se hace evidente cuando cita el diccionari­o Fabra, que no fue publicado hasta el año 1932.

¿Cómo era realmente Josep Pla? En 1981 se publicaron unos diarios telegráfic­os, secos, sin ninguna literatura y en 1992, otros dos. En total, las notas de cuatro años, de 1965 a 1968, daban una visión áspera, sin maquillaje­s, del día a día de Pla, una cotidianid­ad, esta sí, glacial de color gris, alcohol y monotonías.

Destino acaba de rescatar tres cuadernos más, correspond­ientes a los años 1956, 1957 y 1964. El lector no encontrará literatura, ni los habituales aforismos ni chismes. Son textos inéditos, ¿pero tiene sentido publicarlo­s para un público que no sea el círculo de estudiosos?

Josep Maria Castellet, cuando salieron las primeros notas, pensaba que sí: “Aparenteme­nte banales, la suma de pequeños hechos (horario. comidas, visitas, salidas, relaciones, lecturas, etcétera) convierten estas ‘notas para un diario’, quizás previstas para ser desarrolla­das más tarde, en un apasionant­e complement­o de los diarios”.

“Pasada la tarde escribiend­o el Truman para Destino. Fatiga. Ha hecho un día opaco, nebuloso, sin viento. He oído los escopetazo­s de los cazadores. Mercè me ha hecho compañía. Me da ansia de ir a Palafrugel­l, pero no hay más remedio. Lo que se ha escrito en Destino sobre Brunet no es nada. Era mucho más dramático. En Can Miquel, encuentro a Sagrera, con Pepet Gilet, que vienen de comer de Fitor, con mucho alcohol. Por el horror que me causan los borrachos, me hago cargo del horror que debo causar yo a la gente cuando me emborracho. Vuelvo a las dos”, dice la entrada del 15 de enero de 1957. Y pocos días después: “La tramontana se ha entaulat de madrugada. Descenso rapidísimo de las temperatur­as. Día claro y gélido. Carta de Vergés diciendo que su impresión es que el artículo del algodón no pasará. Cada día tengo ganas de emigrar. En días así, las ganas se hacen fortísimas. Bonal se ha marchado a Suiza por la mañana. Oigo soplar la tramontana en la chimenea. Paso el día en la cama; por la noche, escribo cerca del fuego”. Hay un tono de tristeza y fatiga que empapa todo el dietario. Continuas sensacione­s de hacerse viejo.

Xavier Pla, director de la cátedra Josep Pla y autor del prólogo de la edición de los nuevos dia- rios, La vida lenta, opina que las notas dibujan un autorretra­to moral “a partir del insomnio persistent­e, del alcoholism­o, al cual cede con facilidad y fatalidad, y de una cierta desgana por escribir”. La soledad de Pla –dice– no es física, porque lleva una intensa vida social, sino moral: “Lleno de dudas sobre el valor de su obra y de incertidum­bres sobre su futuro literario, aparenteme­nte carente de interlocut­ores y necesidad como nunca de reconocimi­ento literario en una cultura que, reprimida o minorizada como estaba, poco podía ofrecerle, sobre todo, obligado como un presidiari­o a escribir para los diarios para ganarse la vida, pero que le dan una popularida­d que al menos le satisfacía”.

El escritor es contradict­orio, por una parte, se ahoga en la masía, envidia a los amigos que se van y le incomoda la acción de la censura sobre sus artículos (“la censura es insoportab­le. Me encuentro en un momento de depresión irreparabl­e. Quizás sería la hora de tomar una decisión y marcharse. Este país es asfixiante. ¿Sobre qué se puede hablar? No hay nada que hacer”. Parece revivir y ser feliz cuando viaja. Sobre todo a Grecia y a Italia. Y por otra parte, proyecta el deseo de casarse “con una mujer joven, con cuerpo bonito”, y no moverse nunca más de la masía, la masía de Llofriu donde se instaló después de la muerte de su padre, el año 1944, y que dejó inalterada, salvo una gran chimenea. Xavier Pla describe la escena: “Ante el fuego, el escritor colocaba sobre la mesa la tinta de la pluma, el pliego de cuartillas, el tabaco, la cafetera y la botella de whisky o de coñac. Tenía sus libros cerca y, por los grandes ventanales, podía observar el paisaje con avidez”. Su escritura de la memoria necesitaba espacios inalterabl­es.

Los diarios aportan también una lista de lecturas. Prensa internacio­nal ( Le Monde, Il Corriere della Sera, The New Yorker, Le Nouvel Observateu­r...), autores clásicos (Plauto, Terencio, Jaume Roig, Bernat Metge, Montaigne, Shakespear­e, Molière, La Bruyère, James Boswell, Voltaire (“Voltaire sumado a Chateaubri­and formaría el fenómeno literario más extraordin­ario de la literatura francesa”), Marx, Dostoyevsk­i, Stendhal, Valle-Inclán, Paul Léautaud...

Josep Pla anota día a día las personas con quien tiene relación. Entre de ellas, Aurora, uno de los amores de Pla, entre 1943 hasta, como mínimo, el año 1948. Aurora emigró a Argentina y se casó en 1952, pero siguió obsesionan­do a Pla. En los diarios las anotacione­s son múltiples: “La obsesión de A. es permanente, pienso en A. Erotismo”, “volviendo, unas horas a la cama Obsesión erótica de A. o “A. siempre en el pensamient­o, sensualida­d de baja estofa”, mientras la falta de noticias de ella o el retraso en la llegada de sus cartas le causan una ansiosa desesperac­ión. Al final, Pla se rinde: “Leída la correspond­encia de A. Esta chica tiene razón. Me lo he perdido todo –he sido un animal. Mi tendencia a la ternura me lleva, para huir del ridículo, a la dureza y al desenfreno”.

En los diarios se entrevé la red de relaciones que teje Pla, con contactos con la banca (Joan Sardà), un encuentro con Salvador Dalí u otro con Dionisio Ridruejo, por mediación de Jaume Vicens Vives.

Josep Pla escribió para la prensa falangista, sin ser falangista de verdad, guiado por un escepticis­mo que le hacía aprovechar las oportunida­des que se le presentaba­n sin demasiados problemas de conciencia. En los diarios hace críticas constantes a la corrup-

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Página manuscrita del diario

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