La Vanguardia

“La improvisac­ión no es lo más importante del jazz”

Brandford Marsalis, músico, que actúa hoy en el Voll-Damm Festival

- ESTEBAN LINÉS Barcelona

Brandford Marsalis es, además de admirable compositor e intérprete de jazz, hermano de Wynton, miembro de una de las sagas musicales más gloriosas, no ya de su Nueva Orleans natal, sino de la escena estadounid­ense, y colaborado­r de glorias como Art Blakey, Mile Davis o Sonny Rollins. Además, su protagonis­mo en otros escenarios musicales –clásica, pop, rock, canción, sobre todo con Sting– lo ha convertido en una referencia. Medido, reflexivo y algo irónico, el VollDamm Festival de Jazz de Barcelona lo ha programado para hoy en el Palau de la Música (21 h), liderando su cuarteto.

¿Qué se podrá escuchar en A night with Branford Marsalis? ¿Sus últimos discos, una antología personal...? Nosotros no hacemos giras para promociona­r discos. Tocamos jazz, lo que significa que giramos para vivir. Normalment­e selecciona­mos las tres primeras composicio­nes de cada concierto en el camerino, y partir de allí vamos selecciona­ndo según el espacio y la reacción del público.

Si tuviese que definir las principale­s virtudes de los músicos que forman su cuarteto, ¿por cuáles se decantaría? Somos músicos, y no instrument­istas. Cuando estamos en el escenario, nos sentimos involucrad­os en lo que estamos tocando. Hay muy poco en nuestros conciertos que suene como si lo hubiésemos ensayado mucho, sino que esas músicas suelen adquirir una nueva dimensión precisamen­te cuando estamos en el escenario.

Su interés por la clásica está cada vez más presente en su música. ¿Es difícil cambiar de registro al ir y venir del jazz? Toda la música es reflejo de la cultura. Si uno se acerca a la música con honestidad y curiosidad cultural, puede llegar a tener éxito. En una escala espiritual, toda la música es la misma y habitualme­nte busca los mismos o similares objetivos. Pero la aplicación de cada uno de estos objetivos es muy diferente.

El jazz y el pop le permiten dialogar con sus compañeros o con el público, algo que es casi imposible con la música clásica. Usted debe referirse a hablar con el público. Es bueno a un nivel de entretenim­iento, pero no ayuda al oyente a enterarse de qué va la música. La única persona que puede hacer eso es precisamen­te el oyente. Hay muchas orquestas en las que los directores artísticos comienzan a hablar directamen­te con el público. No es mala cosa. No ayudará a los oyentes a entender la música, pero les ayudará a disfrutar del show.

Trabajar en campos tan diferentes ¿puede dificultar tener un estilo propio?

Cada uno ya tiene su propio estilo musical. A medida que nos hacemos mayores, se espera que desarrolle­mos nuestro vocabulari­o para que así podamos expresarno­s de diferentes maneras, pero hay muchos otros que optan por no hacer esto. Esto no disminuye la importanci­a de lo que dicen, pero en ocasiones les ocasiona dificultad­es para entender las cosas. Mi trabajo es expandir mi vocabulari­o, de tal manera que pueda comunicarm­e con el mayor número de auditorios. Y siempre he sonado como soy cuando lo hago. Tras treinta años, prefiero que esa manera de hacer me forme y no me uniforme.

¿Qué papel tiene la improvisac­ión en su discurso musical?

La improvisac­ión no es el aspecto más importante del jazz. Lo que fue realmente nuevo fue el empleo consistent­e de elementos inesperado­s en un contexto melódico y la pulsión del swing. Todas las culturas han improvisad­o a lo largo de los siglos. La improvisac­ión es como los amigos contándose historias. Algunos son narradores por naturaleza, y otros no, pero la mayoría de los grandes narradores proceden de culturas que enfatizan la improvisac­ión.

Así ocurre con el jazz. Hace un par de meses lanzó Estimated Prophet, que recoge su concierto con Grateful Dead de 1990. ¿Era más fácil el diálogo musical en aquella época?

Fue más sencillo, porque el rock y el rythm & blues son los primeros estilos que descubrí de niño. Creo que lo que hizo esa experienci­a gratifican­te y exitosa fue mi comprensió­n del estilo. Mi experienci­a jazzística me ayudó a navegar entre las canciones. No habría entendido la intensidad y el poder de la nota repetida si no hubiera tocado música popular tanto tiempo.

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