La Vanguardia

¿Qué hacemos con Messi?

- Jordi Costa

Sostiene Javier Faus –lo dijo ayer en RAC1– que el Barça es favorito para ganar la Champions porque tiene la mejor delantera del mundo. Aunque se esté de acuerdo con la segunda sentencia, hoy cuesta compartir el optimismo de la primera. En fútbol, 1+1+1 no necesariam­ente suman tres, a menos que la yuxtaposic­ión de individual­idades se desarrolle en un hábitat colectivo bien definido. Y eso es precisamen­te lo que le falta, hasta la fecha, al Barça de Luis Enrique.

Desde fuera, cuesta descifrar hacia dónde camina el equilibrio que busca, saber exactament­e lo que espera de su centro del campo o si finalmente los laterales van a tener ese papel tan ofensivo que prometían. Pero parece claro que el nuevo Barça no va a construirs­e en el centro del campo como el de Pep y Tito sino pivotando sobre el talento de los delanteros. Y ahora que Suárez ya está disponible, se impone determinar cómo se encaja a los tres de arriba.

La idea inicial, incluso cuando Suárez cumplía arresto, era que Messi actuara como media punta con libertad por detrás de los otros dos delanteros. Y el argentino pareció adaptarse bien a ese papel de suministra­dor, anotándose más asistencia­s que goles. En teoría, el uruguayo puede funcionar arrancando desde uno de los costados como hace Neymar, porque ya lo hizo en sus anteriores equipos e incluso en su selección cuando coincidió con Forlán y Cavani, pero a la práctica se ha visto que donde mejor rinde es cerca del área.

En Amsterdam, empezó en la banda derecha con voluntad pero no se le vio cómodo hasta que pasó a jugar de 9 en la segunda parte. Y en Almería, su aparición tras el descanso como delantero centro de referencia

Escorarle a la derecha para que Suárez juegue de 9 es la solución pero suena a involución

fue determinan­te en la remontada. Este último registro, el del delantero que sabe jugar de espalda a la portería contraria para fijar centrales y ofrecer líneas de pase a los centrocamp­istas, es un perfil muy útil que ni siquiera el mejor Barça tuvo. De hecho, Guardiola lo intentó con Ibra pero el sueco no quiso tener la generosida­d colectiva que sí aporta el uruguayo. Pero la cuestión es que, si Suárez juega de 9 y se va a mantener el 4-3-3, habrá que decidir dónde colocamos a Messi.

Tanto en Amsterdam como en Almería, cuando Suárez se centró, Messi cayó a la banda derecha para trazar diagonales hacia el centro. De hecho, Suárez sugiere que Neymar y Messi ataquen hacia su espalda porque él se encargará de arrastrar a los centrales y allanarles el camino hacia la portería. Parece una buena idea y habla muy bien del uruguayo. Lo que no está tan claro es si merece la pena apartar a Messi de la circulació­n, alejarle –aunque sólo sea sobre la pizarra– de la posición donde ha explotado sus mejores virtudes y donde es el mejor. Quizás sea la única solución pero suena a involución.

La misma idea ha tenido el Tata Martino en el último amistoso de Argentina, escorando a Leo a la derecha para hacer sitio a Agüero de “9”. No parece que Messi se lo haya tomado mal, pero debe acostumbra­rse a la demarcació­n de donde salió hace cinco años. Más nos vale. No vaya a ser que, como leí esta semana de un multimillo­nario chino, ser tan ricos –en delanteros– nos haga infelices.

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