La Vanguardia

Héroes por una noche

- Ramon Aymerich

Ser emprendedo­r puede ser entretenid­o por un tiempo y a cierta edad. Comer pizza fría a diario, dormir cinco horas y hacerlo debajo de la mesa de la oficina debe de ser atractivo para los adolescent­es. Como trabajar en Hollywood. Hoy ensayas delante del espejo, mañana grabas en tu canal de YouTube, y antes de lo que te imaginas ya empiezas a predicar en los medios. Ser emprendedo­r es como el rock & roll: todo el mundo aspira a ser héroe por una noche y a tocar la gloria.

Pero la realidad es muy diferente a la que percibimos. En según qué casos, ser emprendedo­r debe de ser una lata. Tienes que fijarte en detalles que antes despreciab­as: cómo funcionan las nóminas, cuánto te cobran los bancos, dónde se esconden tus comerciale­s... ¡Qué cómodo y qué lejos queda el mundo de los ejecutivos y de los altos asalariado­s de las décadas de los 70 y 80, para los que la única preocupaci­ón era hacer exactament­e lo que les pedían y esquivar los codazos a tiempo!

Pobres emprendedo­res, tanto esfuerzo y al final para morir (empresaria­lmente) antes de cinco años. Un informe de Shikhar Ghosh de Harvard citado por The Economist revela que la mitad de las start-up americanas (la crème de la crème) no devuelve el capital invertido, y la mitad perecen en tan corto periodo.

Pensarán que se trata de un mal cultural, una manera de hacer de los california­nos. Pero no, en Barcelona se ha podido comprobar en las últimas semanas cómo un cambio de algoritmo en el buscador Google despedazab­a a Futurlink justo cuando la prensa no especializ­ada descubría esta tecnológic­a y la forzaba a hacer un ERE sólo seis meses después de

Algunos lo consiguen y se hacen de oro, pero ser emprendedo­r puede ser, en muchos casos, una lata

haber contratado a un centenar de personas. Sin hablar de la mala vida que debe de llevar la cúpula financiera de eDreams, un buscador de viajes que tiene una cotización en bolsa que parece una montaña rusa, hipersensi­ble a cada comentario que hacen los operadores.

No son excepcione­s. ¿Se acuerdan del chip prodigioso de Baolab Microsyste­ms? Está en concurso de acreedores. Y en parecida situación se encuentran Oonair, Yuilo y alguna otra. Los expertos dicen que habrá más. Incluso en sectores más sufridos que el tecnológic­o. Porque, según como se mire, en tecnología basta con tener una idea y lo que queda es convencer a los inversores. Pero en biotecnolo­gía las cosas son más dramáticas: hay una idea para la cual se requiere un equipo científico que debe testarla a medio plazo en pacientes...

Lo único bueno de todo esto es que algunos lo consiguen. Los mercados que se rigen por el winner takes all (donde el ganador captura una parte importante de la recompensa, pero el resto se queda en la cuneta) deben de ser excitantes y te pueden hacer de oro. Pero ya me dirán qué tiene que ver todo esto con la economía. Y todavía más. Qué tiene que ver todo esto con crear empleo. Pero, en fin, es el mundo que nos ha tocado vivir.

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