Patatas y estrellas
Pendientes de si hay que preocuparse o no ante la llegada de un nuevo transgénico, la patata Innate, que dicen que no se nos volverá negra y chuchurría (¿no podrían, de paso, evitar que le crezcan plantas cuando la dejo unos días sola en casa o garantizar que al freírla quede dorada y crujiente?), casi se nos olvida que viene la Michelin. Que el miércoles, en Marbella, conoceremos el último veredicto de esos inspectores que alguno imagina comiendo con su propio tenedor, en forma de tridente.
Hace varios años que los directivos de la edición española de la guía organizan una fiesta en un escenario distinto. Una fiesta con buena comida y alfombras rojas en la que sólo falta la pirotecnia –por qué no una lluvia de estrellas, rojas y chispeantes, que iluminen las caras de los invitados mientras exclaman al unísono un ¡ooooh!–.
Esta vez cocinarán los andaluces que, ya lo han dicho, pondrán toda la carne en el asador, por si los de Michelin tardan mucho en volver. Los chefs, que tienen buen olfato, ya intuyen que cuando les toca jugar en casa es señal de que no les caerá premio gordo: en Madrid anunciaron la tercera de El Celler, cuando visitaron Barcelona, Can Fabes perdió la máxima puntuación, en Madrid se anunció también la tercera para el alicantino Quique Dacosta y el vizcaíno Azuemendi, mientras en Bilbao se celebró el triunfo del madrileño DiverXo. No se espera un nuevo tres para el 2015. Pero el marbellí Dani García podría sumarlas si obtiene la primera en el informal Bibo, pegado a su biestrellado gastronómico. Si le llegara la segunda al gaditano Aponiente sería fiesta gorda andaluza. ¿Alguien se acordará de los catalanes? Michelin tiene la palabra. Lo que diga nos lo comeremos con patatas.