El heredero más viejo del mundo
EL PRÍNCIPE DE GALES ACABA DE CUMPLIR 66 AÑOS SIN QUE NINGÚN SIGNO PERMITA ADIVINAR CUÁNDO LLEGARA AL TRONO
Carlos de Inglaterra cumplió ayer 66 años, una edad estupenda para ir pensando en la abdicación si no fuera porque aún no ha llegado al trono. El primogénito de Isabel II es el heredero de una monarquía parlamentaria más viejo del mundo: para dar una idea de su desfase generacional. Carlos está en la misma posición que Leonor de Borbón, que tiene 9 años.
Nacido el 14 de noviembre de 1948, el príncipe Carlos está situado en el primer puesto del orden sucesorio de la corona del imperio británico desde que el 6 de febrero de 1952 su madre, Isabel, se convirtió en reina de Inglaterra tras el fallecimiento de Jorge VI. Con tres años, el niño se convirtió en heredero aunque no fue hasta 1969 cuando lo fue legalmente tras jurar como príncipe de Gales en una solemne ceremonia que tuvo lugar en el castillo de Caernarfon. Con su aspecto rural, reforzado por unas manos, herencia familiar, regordetas y rojizas, más propias de un ganadero que de un príncipe, Carlos nunca tuvo el aspecto de un príncipe azul y, sin embargo, desde el verano de 1968 cuando era estudiante en el Trinity College de Cambridge hasta el mes de julio cuando empezó a salir con lady Diana Spencer, el historial amoro-
El hijo mayor de Isabel II forma una plácida pareja con Camila, tras su tormentoso matrimonio con Diana Spencer
so de Carlos de Gales se fue trufando de novias. La mayoría de sus conquistas pertenecían a la aristocracia británica, a esa high class de polo y cacería del zorro que viste ropa buena y vieja en el campo y saca las joyas familiares en las veladas en sus mansiones familiares. El historial amoroso de Carlos se inició con Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile en Londres, y siguió con Sybilla Dorman, hija del gobernador de Malta; la australiana Elizabeth Kanga Harper; Sabrina Guiness, heredera de la famosa empresa cervecera: lady Jane Wellesley, sobrina de Winston Churchill; lady Sarah Spencer, hermana de su futura esposa, y lady Amanda Knatchbull, nieta de lord Mountbatten, por citar las que tuvieron alguna oportunidad. Todas se hubieran casado con él, pero Carlos de Gales se empeñó en hacerlo con la única a quien no impresionó ni su título, ni su posición: Camila Shand.
Pasaron los años y Carlos, aún enamorado de Camila, que mientras tanto se había casado con Andrew Parker Bowles, aceptó casarse con lady Diana Spencer, hermana pequeña de una de sus exnovias, a quien tanto él como su familia vieron como una mujer sin mucho fondo a quien podrían dar la forma de princesa de Gales. La historia de ese matrimonio, condenado al fracaso y que acabó en tragedia, marcó la madurez del príncipe de Gales, a quien todos sus esfuerzos por presentarse como un heredero ecologista y moderno quedaron opacados tras su figura de adúltero que, contra todo pronóstico, engañó a su bella y glamurosa esposa con una mujer a quien no le importaba pisar el barro. Carlos se separó de Diana en 1992, tras once años de matrimonio, y, el 8 de abril de 2005, tras la trágica muerte de su primera esposa, logró casarse con quien hubiera debido hacerlo treinta años antes.
Su complicado historial amoroso, sin embargo, no le ha pasado factura y Carlos, que forma con Camila una entrañable pareja madura, parece sostenerse en esta estabilidad personal para aceptar serenamente que cuando llegue a rey le faltará tiempo y fortaleza para afrontar todos los cambios que lleva pensando durante más de 40 años. Será, en el mejor de los casos, un rey breve, aun en el caso de heredar la longevidad de su madre, que cumplirá 89 años. Carlos, junto a Camila, se dedica ahora a cuidar y sostener al futuro heredero, Guillermo, quien junto a Catalina, el pequeño Jorge y el niño que nazca en abril son el verdadero futuro de la monarquía británica. Carlos, como le sucedió a su tatarabuelo, Eduardo VII, pasará a la historia por su largo camino como heredero y su previsible corto periodo como rey pero debería hacerlo como el hombre que venció el estigma de Diana.