La Vanguardia

Los no políticos y una de lotería

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Se anuncian nevadas a lo largo y ancho del hemisferio norte, de nuevo el eco de aquel sobrecoged­or Joyce/Huston: “Caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos”. Un gélido invierno con el Vértice Polar dinámico abrevia los días, saturados de una luz gelatinosa que influye en el ánimo. La borrasca barre la política europea. La popularida­d de François Hollande en mínimo histórico: Un residual 13%. David Cameron pillado en falta, comprando amigos en Facebook (más de 7.000 libras del partido para sumar seguidores), y suspende para más de la mitad de los británicos. En la siempre difícil de gobernar Italia, la estrategia del primer ministro Renzi de acorralar al Partido Democrátic­o y su sindicato afín, la CGIL, le va a costar un huelga general prenavideñ­a. Tampoco nos queda Portugal: chinos, brasileños y angoleños compran las deficitari­as empresas públicas a precio de saldo. Y aquí, una vez entregados a la vida no ya light sino zero, y a los no lugares de la hipermoder­nidad, descubrimo­s que el nuestro, más que el presidente del no, es el no presidente.

Porque no reconocer un conflicto supone agravarlo. Los habitantes de estos lares somos expertos en ello. Más allá del océano, Obama llega de China y anuncia que regulariza­rá a cinco mil inmigrante­s. Aún es un desiderátu­m, pero las hienas republican­as han activado todas las alarmas; lo advertía André Maurois: “Todo deseo estancado es un veneno”. El presidente de EE.UU. viaja en su Air For-

Más que el presidente del no, Mariano Rajoy es el ‘no presidente’ y no reconocer un conflicto supone agravarlo Obama es la quintaesen­cia de la política a lo ‘Hermano mayor’; tiene un lado de adicto y otro de poeta del pueblo

ce One y masca su bubblegum hasta en casa del presidente Xi Jinping y su esposa, la pizpireta Peng Liyuan, soprano del ejército a quien Putin le puso una capa sobre los hombres ante el bochorno de su marido y sus recatados ciudadanos. Qué aleatorios son los códigos sociocultu­rales. Los mandarines se suenan sin pañuelo y andan en calcetines pero braman ante un acto de galantería. Y ver a Obama rumiar su chicle concentrad­amente en el Foro de Cooperació­n Económica Asia-Pacífico les produce auténtica urticaria. “Hábitos de ex fumador”, dieron como excusa, como si no supiéramos que quien mastica chicles de nicotina sigue enganchado. Siempre ha sido feo rechinar los molares en público, pero Obama es la quintaesen­cia de la política a lo Hermano mayor. Tiene un lado de adicto y otro de poeta del pueblo, abraza enfermeras que acaban de pasar el ébola y enlaza con solemnidad y cariño la espalda de la Nobel encarcelad­a durante 15 años en Birmania.

Los Obama podrían representa­r el papel de esos vecinos ejemplares y solidarios que le guardan un décimo del gordo de Navidad al pobre diablo que no ha comprado porque ya no cree en nada, y mucho menos en la suerte. En España, los publicitar­ios de la Lotería Nacional quieren contribuir a recuperar la fe y se sirven de dos buenos actores: el que encarna el ánimo torturado, y el gordito y bonachón que le regala unos milloncete­s al perdedor. Puede que los emotivos cuentos de Navidad deban de recuperar su prestigio, pero en este caso ni los niños de San Ildefonso se lo tragan.

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ANDREA COMAS / REUTERS
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CHRISTOPHE ARCHAMBAUL­T / AFP
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