Boko Haram parece invulnerable
Nigeria pide más ayuda militar a EE.UU. para no saltar en pedazos
Boko Haram se ha convertido, en apenas doce años, en uno de las principales organizaciones terroristas del mundo. Empezó como una banda islamista aparentemente menor y hoy tiene atenazado al Gobierno de Nigeria. Su dominio sobre el norte del país es cada día más sólido. El viernes, sin ir más lejos, ocupó Chibok, la población donde el pasado abril secuestró a más de 200 niñas. Al poco de empezar los tiros, el ejército nigeriano, como es habitual, se retiró, dejando la defensa de la ciudad en manos de la milicia local, que no pudo frenar a los islamistas.
Boko Haram parece invulnerable y su meta es convertir Nigeria en un Estado teocrático puro regido por la charia.
No hay duda de que el Gobierno nigeriano, presidido por Goodluck Jonathan y apoyado por Occidente, ha medido mal la fuerza de Boko Haram. Los numerosos ataques y atentados que lleva a cabo y que merecen una amplia cobertura en la prensa internacional no encuentran una res- puesta adecuada de las fuerzas nigerianas.
Los matarifes de Boko Haram aplican al pie de la letra y de un modo ultraviolento dos principios básicos. El primero, recogido en el mismo nombre de Boko Haram, es que “la educación occidental es pecado”. El segundo, esta vez recogido en la denominación oficial del grupo armado –Congregación de Gente Comprometida con la Propagación de las Enseñanzas y la Yihad del Profeta–, es imponer un Estado islámico sobre la base de la sura del Corán que dice que “todo aquel que no se rige por lo que Alá ha revelado está entre los transgresores”. Esta frase, al parecer, justifica sus acciones terroristas.
Boko Haram está tan asentado en el norte de Nigeria y tiene tantos recursos –tanto militares como financieros– que puede desintegrar Nigeria en cualquier momento si Occidente no presta ayuda militar de inmediato, según han explicado a La Vanguardia fuentes de la lucha antiterrorista.
Los atentado suicidas, las matanzas de poblaciones enteras y el secuestros de niñas cristianas para islamizarlas y esclavizarlas pasarán a ser la anécdota de un problema descomunal.
El terrorismo islamista es un conflicto gigantesco que avanza a distintas velocidades por el norte de África y la península Arábiga. Afecta al Sahel, desde el sur de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, hasta Mauritania, Mali, Níger, Nigeria y la República Centroafricana. Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Estado Islámico, Frente Al Nusra y Al Qaeda en la Península Arábiga
AVANCE EN EL NORTE La guerrilla yihadista amplía sus dominios ante la impotencia del ejército CONFLICTO INTERNACIONAL La banda pertenece a una red panis lamista de 84 grupos armados
(AQPA) son sólo los más conocidos de una red en la que participan 84 grupos armados, según un informe difundido ayer por los Emiratos Árabes Unidos.
Los contactos, por ejemplo, entre Boko Haram y Al Qaeda son constantes. Su estrategia no es local sino panislamista.
Nigeria es muy posible que hubiera saltado ya en pedazos sin la ayuda militar de EE.UU. y la Unión Europea. Las necesidades, sin embargo, son tan grandes que esta misma semana el embajador de Nigeria en Washington ha pedido más ayuda al Pentágono.
España, el Reino Unido y otros países de la UE, además de Israel y Canadá, también ayudan a Nigeria con instrucción militar, servicios de inteligencia y drones, pe-
ro es insuficiente para localizar a las huestes islamistas. Y es que Boko Haram se camufla perfectamente entre la población del territorio que domina, especial- mente los estados nigerianos de Borno, Adamawa, Kaduna, Bauchi, Yobe y Kano.
El grupo no tiene una estructura piramidal ni una rígida cadena de mando. Está organizado en células tribales y entre sus líderes destaca Abubakar Shekau –también conocido como Darul Tawhi–, un hombre de extremada crueldad, que aparece con frecuencia en los vídeos del grupo y del que no se tiene certeza de si nació en Nigeria o en Níger ni de su edad, que se supone ronda los 40 años. Esta falta de información refleja la ventaja que hoy tiene Boko Haram.
Los terroristas campan a sus anchas por el norte de Nigeria, inmunes a los drones y los satélites. El pasado 12 de junio, por ejemplo, Boko Haram exigió la entrega de 800 vacas a cambio de liberar a 20 mujeres que había secuestrado una semana antes en un asentamiento nómada de la etnia fulani. Si está dispuesto a circular abiertamente con 800 vacas es que su dominio sobre el te- rritorio es total. Forma parte del paisaje humano, de la vida cotidiana de la región. Por esta razón las niñas secuestradas en abril no han sido localizadas ni rescatadas. Boko Haram ha podido islamizadas, venderlas como esclavas o casarlas a cambio de más vacas. y esto lo hace a cara descubierta, sin que nadie intervenga.
La falta de agentes sobre el terreno, infiltrados entre la población, impide localizar a las niñas y las bases terroristas. De ahí que los atentados –un ataque suicida mató el viernes a seis personas en una gasolinera en Kano– sean casi cotidianos.
Nigeria, principal economía africana gracias al petróleo, además de ser el país más poblado, está en jaque por una banda de terroristas islámicos a los que nadie parece ser capaz de hacer frente.
Los vídeos recientes de Boko Haram y los enfrentamientos con el ejército nigeriano muestran una evolución en su armamento y equipamiento, lo que sig- nifica que tiene dinero para comprarlo. A pesar de que la financiación de Boko Haram es muy opaca, la inteligencia antiterrorista occidental sabe que el grupo está adquiriendo armamento pesado, vehículos, cañones anticarro y misiles tierra-aire mientras incrementa el número de muyahidines que se suman a su guerra.
¿Cómo se paga este material? La respuesta está en los secuestros de occidentales y en los rescates que varios países han pagado. También en los robos y las extorsiones que los terroristas realizan en Nigeria. Asimismo, reciben apoyo de otros grupos islamistas como AQMI y el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (Muyao). A estos fondos habría que añadir los que envían diversas organizaciones musulmanas aparentemente dedicadas a la beneficencia y que están localizadas en Londres, Arabia Saudí y las otras monarquías del golfo Pérsico. Es el mismo dinero que alienta la guerra en Siria.