La Vanguardia

Adiós, pianista

-

Finalmente le conocí. Alto hasta en silla de ruedas, elegante incluso en batín y enérgico a sus 98 años. Llevaba meses reclamándo­le a mi hermano, quien generosame­nte me presta un espacio en su despacho, que subiera a verle. Había leído la carta que yo escribí (“Gracias, pianista”, 1/IX/2012). Eduard Blanxart se había reconocido como tal. Me reprendió con razón por mi falta, pero se alegró al verme y se le olvidó rápido cuando le insistí que volviera a tocar para mí. Aunque decía que ya no tenía fuerzas para hacerlo, no tardó en pedirle a la persona que le cuidaba que le pusiera ante el piano. Y volvió a surgir la magia: una energía envidiable que transmitió a través de sus alargadas manos a un piano acostumbra­do a obedecer sin rechistar. En ese momento sentí que estábamos conectados los dos a la vida, él hablando el idioma que dominaba y yo soñando con aprenderlo algún día. “Si haguessis vingut abans, te n’hauria ensenyat”. Bueno, quizás no se le olvidó tan rápido, pero sí disfrutamo­s de un encuentro entrañable que fue posible gracias a una música que destilaba elegancia, serenidad y belleza y que yo escuché un verano sin vacaciones, a través de un patio de l’Eixample. Sin conocerle, yo le pedía en la carta que no dejara de tocar, que no dejara de sentir y vibrar con lo que parecía le conectaba a la vida. Al despedirno­s le pedí que siguiera tocando, que yo le escucharía. “Si vols sentir-me tocar, hauràs de pujar”, dijo con una sonrisa. Esta vez no tardé en subir a verle, pero ya no se levantaba de la cama. Su cariñosa mujer me informó la semana pasada que aunque siguiera subiendo, no le volvería a oír tocar. Queda en mí su lección: sólo hay una vida, atrévete a escuchar. Gracias, pianista. M.ª PILAR CASANOVA BURGUÉS Barcelona

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain