La Vanguardia

Empresas laboratori­o

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Al carro de la cultura española le faltan las ruedas de la ciencia”, afirmó Santiago Ramón y Cajal. Abrir las páginas de los periódicos por la sección de economía es predispone­rse a leer repetidas veces la palabra crisis. Aquellos más optimistas la envuelven con la llave de acceso al santo grial: innovación. Pero cuando uno se plantea aplicar este milagroso antídoto a cualquier tipo de negocio, ya sea una pequeña librería o una gran multinacio­nal, es inevitable enfrentars­e a la parálisis inicial. ¿Cómo empezar?

Existen numerosas herramient­as en la investigac­ión científica que, aplicadas a las empresas y organizaci­ones nos ayudan a reaccionar, a ser flexibles al cambio. En el campo de la ciencia se convive con las crisis. A diferencia de otros sectores, como el de la economía, estas fases son las más emocionant­es y las que llenan las páginas de los libros de historia de la ciencia. Cualquier investigad­or sabe que es precisamen­te en la incertidum­bre donde se encuentran las perlas que dan paso a nuevas teorías. ¿Qué podemos aprender de este campo de conocimien­to que tan alejado nos parece de la empresa?

Al entrar en cualquier centro de investigac­ión lo primero que nos llamará la atención es oír a los científico­s hablar en términos de cifras; ratios, datos, métricas, etcétera. Michael Dell afirmaba que uno de sus tres factores de éxito era el trabajar con unas métricas bien definidas. En su equipo de trabajo se calculaba, literalmen­te, el ratio entre palabras y números para cada una de sus conversaci­ones. En las reuniones de toma de decisiones más te valía, al expresar tu opinión, poner más números que palabras en la conversaci­ón. Una de sus máximas es “todo aquello que se mueve, se puede medir”.

Demasiado a menudo surge la duda de si tanta métrica y estructura eclipsa la creativida­d. Temo que esto es resultado de una mala concepción de lo que son, tanto la estructura como la creativida­d. Hace unos años en una cena con Lyn Heward, la que fue directora creativa del Circ du Soleil, debatimos largo y tendido sobre el tema. Heward explicaba cómo en el circo se medían y estructura­ban todos y cada uno de sus espectácul­os. La disciplina es uno de los pilares del circo. Esta metodologí­a era la única fuente de la que podía brotar la creativida­d. “De hecho –reflexiona­ba Lyn–, cualquier

En toda investigac­ión hay un punto clave que, resuelto, abre paso a un nuevo camino; en cualquier negocio se vive la misma experienci­a

trapecista que se juega la vida en cada uno de sus movimiento­s, sabe perfectame­nte a qué me refiero”. Y es que no planificar es planificar el fallo.

Monitoriza­r cada una de las acciones y reacciones de nuestro negocio (o experiment­o), es lo que nos permite reaccionar con rapidez y criterio para encontrar nuestro “Factor X”. ¿A qué nos referimos con esto?

En todo trabajo de investigac­ión existe aquel punto clave que, una vez resuelto, abre paso a un nuevo camino. Esta misma experienci­a se vive en cualquier negocio. Todas las empresas en sectores saturados tienen un cuello de botella. Quizá por- que van a buscar los mismos clientes, proveedore­s o márgenes. El Factor X, desarrolla­do por Barrett Ersek, es aquello que una vez hallado nos dará una ventaja competitiv­a de entre 7 y 10 veces por encima de la media de la industria.

Ersek era propietari­o de una empresa que arreglaba y diseñaba jardines. Cuando un cliente pedía presupuest­o tardaban tres semanas en ir a la zona, medir los terrenos y realizar la propuesta. Barrett decidió comprar las imágenes por satélite de los terrenos de sus posibles clientes (tened en cuenta que esto fue antes de la existencia de Google Maps). De este modo consiguió acortar el periodo de captación de tres semanas a tres minutos, reduciendo en siete sus costes de adquisició­n y revolucion­ando su industria.

El poner en práctica algunas de estas herramient­as –entre otras no desarrolla­das en este artículo– no es trivial. En muchos casos es necesaria una transforma­ción en los cimientos de la empresa, su cultura.

La buena noticia: existe en nuestra sociedad un colectivo de profesiona­les que llevan esta metodologí­a en las venas. Un colectivo que a menudo no es considerad­o para los puestos de nuestras empresas y que estamos dejando escapar en la famosa fuga de cerebros: los investigad­ores, doctorando­s y postdocs. Jóvenes científico­s entrenados para resolver situacione­s de crisis, con el hábito de mejorar constantem­ente sus procesos, la gran mayoría con más de dos idiomas y la experienci­a de trabajar en ambientes internacio­nales.

Es en este entorno de incertidum­bre y crisis en el que tiene sentido apostar por modelos de empresas laboratori­o. Ya se trate de una frutería, una compañía de marketing o una multinacio­nal tecnológic­a, las ruedas que nos permitirán avanzar vienen en forma de investigad­ores. Es el momento de abrir los ojos y atajar esta fuga de creativida­d.

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JOSEP PULIDO

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