Paradojas de la droga en el oeste
EE.UU. vive un momento de contradicción: parálisis política, pero profundos cambios sociales. En esta primera entrega de una nueva serie, la legalización de la marihuana convive con la guerra a las drogas
Desde los años de la Prohibición, Estados Unidos jamás ha tenido muy claro qué hacer con quienes “abusan de sustancias”, como se suele decir aquí. Ni cómo proteger a los niños y adolescentes, en peligro según se señala de manera más o menos histérica, de caer bajo su influencia.
Se ha librado una inútil guerra contra la droga desde hace 40 años que sólo ha servido para abultar la población penitenciaria hasta seis millones, más que los presos en los gulags de Stalin, principalmente afroamericanos encarcelados por delitos menores de posesión. Pero el consumo de drogas se mantiene y, en algunos estados, crece como la espuma el consumo de la heroína en la población juvenil.
Un ejemplo de estas contradicciones se dio en un viaje al sudoeste de EE.UU., de Colorado, estado pionero en la legalización de marihuana, a Nuevo Méxicopunto caliente de la guerra contra la droga tal y como se ve en la popular teleserie Breaking bad. Termina en una reserva india de la localidad de Page (Arizona), donde hasta el alcohol está prohibido.
Tras un referéndum celebrado el año pasado, Colorado, sumándose a Washington State, legalizó en enero la producción y el consumo de marihuana aunque no en público y ya no sólo de uso terapéutico sino recreativo.
La medida ha resultado un éxito en varios frentes. Se ha recaudado más de 700 millones de dólares a partir de un impuesto del 35% sobre la venta de esta droga en un centenar de dispensarios principalmente en Denver y Boul- der, con gran parte de este dinero canalizado a la enseñanza. Se ha reducido desde 10.000 a 300 las personas detenidas al año en Colorado por delitos relacionados con la marihuana. El apoyo a la legalización ha subido del 55% al 58% y hay muchas señales de que el resto del país se apunta también. En las elecciones del pasado 4 de noviembre, los votantes en los estados de Oregón, Alaska y hasta Washington DC votaron que sí a la legalización, (Se bromea que esta medida puede convertir el Congreso, por fin, en un órgano legislativo eficaz).
“Nadie pensaba que ganaríamos el referéndum en Colorado; pero el apoyo a la legalización ha crecido aquí y en EE.UU. en gene- ral; se ha creado un espacio para debatir”, dice Brian Vicente, el joven abogado redactor de la propuesta de legalización, durante una entrevista en sus oficinas en el centro de Denver. El estado federal, que prohíbe el uso de mari- huana desde los años treinta, ha hecho la vista gorda.
En la tienda Terrapin Care Station, en la ciudad universitaria de Boulder, se venden decenas de las 3.000 cepas cultivadas ya en Colorado, de nombres un tanto desconcertantes como Agent Orange o Chernóbil, algunos en porros ya liados, a doce dólares el reefer (porro). Luego están los caramelos, barras energéticas, y cremas para aliviar el dolor muscular, todos con THC, la esencia psicotrópica de la marihuana.
“Intentamos ayudar a la gente a encontrar el tipo de high que busca”, dice Andrea, la joven mánager de Terrapin. licenciada en Ciencias Neurológicas por la Universidad de Boulder. “Hay cepas más psicotrópicas y otras que te darán un body buzz (sensación corporal) más nocturna”.
Pese al éxito de la legalización (para consumidores mayores de 21 años) crece el miedo en las autoridades de Colorado de que los niños y adolescentes pueden ser seducidos por la evil weed (marihuana). Las nuevas gamas de chocolatinas con THC están sometidas ya a nuevas normas desde que salieron a la luz
pública dos o tres casos bastante anecdóticos de consumo por parte de niños. Ahora hay que usar envases child proof (imposibles de abrir para niños). “Es excesivo: hay quienes quieren envases de color negro y sabor azufre”, se lamentó Bob Eschino, consejero delegado de Incredibles, el principal fabricante de productos comestibles de marihuana en Colo-
Se han abierto tiendas de venta de esta droga en ‘resorts’ de lujo, como en Aspen Se ha recaudado más de 700 millones de dólares que se han destinado a educación
rado. Pero lo cierto es que Incredibles ha creado un producto de aspecto y sabor muy infantiles. “Tenemos sabor fresa y mantequilla de cacahuetes con sabor a pretzel”, dice Eschino.
Mientras, el gobernador de Colorado ha anunciado una nueva campaña, presupuestada en 20 millones de dólares, para advertir a los jóvenes del peligro de consumir. La campaña “Don’t be a lab rat!” (No seas una rata de laboratorio) advierte a los jóvenes del peligro de esquizofrenia si fuman. Se han erigido grandes jaulas del tamaño de un humano en espacios públicos con anuncios que advierten: “¡Se buscan voluntarios! No deberían estar preocupados por el peligro de la esquizofrenia”. “Es bastante orwelliano: usan los ingresos tributarios por la venta de marihuana para financiar una campaña de miedo, estilo reefer madness”, dice Vicente (se refiere a la película alarmista sobre la marihuana de 1936).
En realidad, el número de adolescentes que consumen marihuana ha caído desde la legalización probablemente porque ya hay menos ventas en el mercado negro.
La legalización en Colorado, impulsada por el líder del partido libertario, muy próximo al Tea Party, tiene un efecto político muy curioso. “Una alianza derecha-izquierda se esta formando entorno a la reivindicación del fin de la guerra contra la droga”, afirma el veterano activista antimonopolio Ralph Nader en su nuevo libro Unstoppable.
Ahora bien, hasta los billonarios corporativos que Nader critica parecen estar disfrutando del derecho a fumar. En Aspen, el complejo de esquí para consejeros delegados como Jeff Bezos (Apple) y Michael Dell, el Boticario Silverpeak está prosperando. “Nos especializamos en el mercado de lujo”, dice Tripp Keltzer, gerente de la tienda. “Somos la tienda Prada de la marihuana”.