El rupturista amable
Oriol Junqueras tiene un estilo retórico torrencial. Recibido y despedido con un clamor más propio de un mitin que de una conferencia, ofrece una imagen de proximidad basada en una informalidad abiertamente popular. Podría pasar perfectamente por el rector de una universidad búlgara, por el propietario de un restaurante toscano o por un viticultor endeudado. Pero a mí me recuerda a Little John, el amigo de Robin Hood, corpulento, revolucionario, refugiado en los bosques de Sherwood para liderar una insurrección contra el poder feudal. Su discurso, que trenza elementos de persuasión y de denuncia, apela a la congruencia, al futuro y a un control de la iniciativa.
Sin atril ni bandera, como un Steve Jobs low cost, despliega ejemplos anecdóticos con voluntad de categoría. Subrayan lo que lleva años propugnando: la urgencia de huir de una España tóxica. Los micrófonos de solapa aseguran un sonido omnipresente. Las letras gigantes del hashtag noupaís crean un efecto escenográfico desconcertante: lo hacen parecer más pequeño de lo que es. Como orador, su técnica es de aspersor. Con argumentos dispersos crea una lluvia propositiva que busca seducir a los indecisos y nos recuerda que vivimos entre la esperanza y la preocupación. Su propuesta es social, cultural y políticamente rupturista pero la expresa sin énfasis incendiario. A veces adopta un tono profesoral o de prédica que recuerda la sencillez pedagógica de Barrio Sésamo. No rehúye las tensiones sentimentales entre sentirse español y catalán. Al contrario: las usa para esbozar un perfil de identidad, alehop. elástica. Sin la solemnidad de un Lincoln o la ale- gría de un Mandela, compensa su falta de aureola con un caudal argumental que, pasados unos minutos, provoca miradas al reloj entre algunos asistentes, aturdidos ante tanta densidad retórica. Incluso cuando entra vagamente en materia (la unidad), no pierde su tono docente y, aunque no busca el aplauso, lo acepta con gusto. Aplicando criterios anacrónicos, podríamos preguntarnos si le compraríamos un coche de segunda mano. Pero da la impresión que el coche del cual habla Junqueras está por estrenar y que no tiene intención de venderlo. Otra cosa, más opinable, es si podemos permitírnoslo.