La Vanguardia

Große Koalition

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La última moda política en Catalunya y en el resto de España es la Große Koalition. De la propuesta unitaria de Mas llevamos hablando una semana, a la espera de comentar la versión de Junqueras. Pero también el PP, asustado por los vientos que soplan, ha tirado la caña. Aceptando que la época de las mayorías absolutas ha acabado, Cospedal siembra la idea de un pacto de futuro con el PSOE. Y el nuevo secretario general, Luena, con nerviosa voz, pero sin la gracia trágica y jazzística de Amy Winehouse, contesta: “Querían llevarme a rehabilita­ción y dije no, no, no!” (“They tried to make me go to rehab but I said no, no, no”).

Una vez más, la misma idea, planteada en Barcelona o Madrid adopta un perfil antagónico. La gran coalición catalana esconde miserias (de las que he hablado otras veces), pero propone lograr un gran objetivo. Da igual que el lector lo considere absurdo o deseable: el hecho es que se trata de un objetivo de esperanza, de ilusión, de construcci­ón de un ideal. En cambio el pacto que propone Cospedal, además de esconder también muchas miserias, revela impotencia: es un pacto defensivo. Más que debilidad, traduce miedo.

El pánico de Cospedal y el inquieto “no, no, no” de Luena nada tienen que ver con la Große Koalition de Angela Merkel. Obtuvo un magnífico resultado, Merkel, en las elecciones. A pesar de que no tiene mayoría absoluta, podía gobernar jugando a la geometría variable. Alemania podía ser dirigida sin recurrir a pactos extraordin­arios. Los números alemanes no son suficiente­mente buenos, pero ya quisieran las economías del resto de Europa estar en su piel. Sin embargo, Merkel sabe que el momento de Europa (y del mundo) es muy delicado; y sabe que el papel reservado a

Salidos de la tumba, Marx y Engels escribiría­n encantados: un fantasma recorre España

Alemania es tan importante como difícil. Recurrió a la Große Koalition con espíritu generoso, de apertura. Consciente de que para sumar hay que ceder. Consciente de que la fortaleza de Alemania y las exigencias del momento requieren mucha más fuerza que la que otorga la estricta aritmética parlamenta­ria.

La propuesta de Cospedal revela exactament­e lo contrario. Es la pulsión defensiva. Es como pedir al PSOE que ayude a construir un foso alrededor del castillo del poder: para defenderse del malestar y el resentimie­nto de las masas que lo están sitiando. Después de pasar casi toda una legislatur­a haciendo oídos sordos a la realidad catalana y rechazando cualquier sugerencia de la sociedad española, ahora el PP capta sus propios límites. Pero en vez de rectificar y abrirse, intenta reforzar las almenas. Ninguna propuesta positiva, ningún anuncio estimulant­e, ninguna ilusión de país. Sólo murallas, fosos, altas torres. Así se enfrenta al caso catalán (Rajoy lo insinuó y Camacho lo populariza: ahora también los de la tercera vía están fuera de la ley). Y con este mismo espíritu feudal y amurallado se enfrenta al malestar social de España.

Si Marx y Engels se levantaran de la tumba, escribiría­n encantados: un fantasma recorre España. El fantasma de Podemos.

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