No es sólo un problema social
La violencia en el fútbol tiene una base cultural, pero corresponde a los clubs anular al agresor
La muerte de un aficionado al fútbol a manos de seguidores de un equipo contrario ha vuelto a mostrar la cara más violenta del deporte rey, el que mueve grandes masas. El fútbol está de luto y lo ocurrido el pasado fin de semana en Madrid con el brutal enfrentamiento entre seguidores del Deportivo de la Coruña y el Atlético invita a la reflexión y a tomar decidida de medidas, según aseguran diversos expertos en la materia, para que esos episodios no se repitan.
Etiquetar la muerte del aficionado como “un problema social”, tal y como se escuchó en algunas declaraciones de altos directivos del fútbol el mismo día que ocurrieron los hechos “es echar balones fuera”, considera Chema Buceta, director del máster de Psicología del Deporte de la UNED. “Hay un problema social, sin duda –añade Buceta–. Pero sería un error obviar que la mecha que ha avivado esa violencia es, en este caso, el fútbol”, asegura este psicólogo.
Y Buceta no se queda corto a la hora de buscar a responsables indirectos de muchos de los episodios violentos vividos en el mundo del fútbol. “Van desde los directivos, hasta los jugadores, pasando por los árbitros o los medios de comunicación”, continúa. Un comentario desafortunado que incita a la violencia (sin que haya conciencia de ello) vertido desde ese entorno que controla o vive del fútbol o la relajación en la toma de medidas por parte de los clubs ante actos violentos de baja intensidad, fuera o dentro del campo, “fortalecen al aficionado más radical”. “Este se siente protegido por aquellos que tendrían que pararle inmediatamente los pies”, añade Buceta.
Ángel Gómez Jiménez, director del departamento de Psicología Social y de las organizaciones de la UNED, comparte que detrás de la pelea mortal entre esas dos aficiones hay un problema social. Pero recalca, al igual que Buceta, “que detrás de lo ocurrido está el deporte y en este caso los violentos lo han utilizado como excusa y soporte”. Y por ello considera que las medidas para evitar estos episodios violentos “de- ben partir del mismo deporte”, en este caso el fútbol. “Los deportistas y los clubs deben ser los ejemplos que seguir”, continúa Gómez Jiménez. Y también los propios hinchas, “que tendrían que excluir de los grupos de seguidores a quienes no sigan las normas de lo que debe de ser el juego limpio”.
Y cuando las campañas publicitarias pensadas para ese juego limpio no funcionan, es el momento, añade Ángel Gómez, de recurrir a las medidas legales y más contundentes como la prohibición de la entrada a los estadios. Aunque es consciente de que esa medida por sí sola no ga-
“Sería un error obviar que la mecha es el deporte; a los ultras hay que frenarlos” “Los violentos buscan la excusa, la entidad debe evitarlo siendo un ejemplo” “Los aficionados deberían echar de los campos a aquellos que agreden”
rantiza la erradicación del problema (quedó claro en la pelea del pasado fin de semana en Madrid) pues mucha de esa violencia relacionada con el fútbol surge fuera de los recintos de los campos.
Gómez Jiménez insiste, sin embargo, en que la exclusión de esos seguidores radicales de todo lo relacionado con el deporte “puede surtir al final su efecto al perder la motivación si ya no pueden seguir en directo a sus equipos”. Javier Cantera, psicólogo y presidente del Grupo BLC, enumera también una serie de medidas que el fútbol y deporte en general debería aplicarse para acabar con estos conatos de violencia. La primera y más importante es “la desaprobación visible y notoria por parte de los aficionados verdaderos de fútbol de esos colectivos. No sólo echarlos de los campos, sino ponerlos como ejemplo de desviación social”, indica. Y dejar de aprobar de una vez las “microagresiones” a través de insultos a los contrarios. La afición debería responder a cada insulto con sonoras pitadas, añade. Y otra propuesta original de Javier Cantera: “Sería bueno obligar a esos radicales violentos a explicar al resto de aficionados sus razonamientos. Crear la figura del ‘mentor de hinchas’ para que personas carismáticas aficionadas puedan transmitir sus valores personales”. Otras medidas que podrían surgir su efecto, según este psicólogo, sería la creación de “un proceso de socialización” del socio, invitándole en el momento que se inscriben en un club a seguir charlas sobre cómo se viven los colores o los valores del club.
Para Victoria del Barrio, psicóloga de la UNED, la violencia generada por el fútbol es similar a la surgida en otros ámbitos. “Pero siempre debe de existir el grupo con integrantes que se retroalimentan y que se benefician de la impunidad que otorga actuar como una banda”. Son aficionados carentes de empatía e incapaces de controlar sus emociones.
Ángel Gómez Jiménez comparte esa tesis: “Las personas se diluyen en el grupo y pierden su sentido de individualidad, siendo uno más en la masa, esto aumenta su sensación de anonimato por un lado y de unidad con el grupo por otro. Además, hay aspectos como el aumento de la activación (las pulsaciones aumentan) la sensación de invulnerabilidad (los otros me protegen y soy más fuerte dentro del grupo) y las normas poco claras (se puede hacer cualquier cosa por defender a mi grupo) que dirigen esa exaltación”.
Gómez recurre a la foto del policía negro abrazando al niño blanco como una de las recetas más efectivas para combatir esa violencia en el fútbol. Y propone como herramienta efectiva para acabar con esa violencia en el fútbol “un anuncio en los medios mostrando un encuentro entre un seguidor radical del Atlético y otro del Coruña diciendo mutuamente ‘lo siento’”. Sería muchísimo más eficaz que un montón de medidas legales y de medidas que los clubs o la federación pudieran tomar”, concluye.