El blues que acabó en secta
El Deportivo y la cerveza unieron a cientos de jóvenes a finales de los años ochenta en las gradas de Riazor. La peña Barrio Sésamo, el único grupo de aficionados deportivistas organizado en aquella época, y los míticos partidos contra el Oviedo en la temporada 85-86 y contra el Sestao y el Celta una campaña después fueron el germen de los Blues. Un grupo que no se parece en nada al que el pasado domingo se involucró en una batalla campal que acabó en tragedia. Los Blues originales aglomeraban a una treintena de secciones, cada una con su progenitor. Era una hinchada de carácter inclusivo, en la que se mezclaban los niños bien de la ciudad con los más canallas. “Los Blues de hoy no tienen nada que ver con los que yo viví. Antes podías ver en la misma grada a gente de Juan Flórez, Elviña o Monte Alto –barrios de A Coruña con distinta configuración so- cial–, unos repeinados y bien vestidos y otros con pintas de rockero”, relata un antiguo miembro que prefiere no identificarse.
El multitudinario viaje a Oviedo del año 86, auspiciado por el club y el Ayuntamiento, enganchó a miles de aficionados, pero el nombre de los Riazor Blues no nació hasta un desplazamiento a Vigo en el 87. “Un titular del Faro de Vigo que hacía un juego de palabras entre la música blues y los aficionados del Depor nos dio la idea –detalla el anónimo aficionado, que también de Vigo guarda sus primeros recuerdos de violencia en el fútbol–. Nos ubicaron en una grada debajo de los Celtarras (hinchada radical del Celta) y me quemaron con una bengala”.
Las aficiones radicales del Depor y el Celta pasaron de la rivalidad al odio en un partido por el ascenso en aquella temporada: “La rivalidad surgió en lo deportivo, igual que en Valladolid por una eliminatoria de Copa del Rey en el año 89. No era una cuestión ideológica”. Porque la ideología no marca necesariamente a estos grupos: Blues y Celtarras son irreconciliables a pesar de compartir banderas nacionalistas gallegas y consignas de extrema izquierda. Ambos han buscado diferentes aliados a lo largo y ancho de la península: los Blues están hermanados con los Biris (Sevilla), los Symmachiarii (Oviedo) o los Bukaneros (Rayo) –implicados en la pelea del domingo–; los Celtarras con los Herri Norte (Athletic Club) o los Gol Sur (Betis).
De entre las diversas secciones de los Blues, los Suaves –grupúsculo al que pertenecía Jimmy, asesinado el pasado domingo en la reyerta del Manzanares– es una de las más antiguas. “Era el grupo más macarra, gente que estaba metida en historias extrañas”, reconoce el simpatizante de incógnito, que escruta a los ultras más violentos, esos que motivaron su salida de los Blues. “Son gente a la que le gusta darse de hostias fuera y dentro del campo, no son gente de fútbol que se refugian en el deporte, son unos descerebrados”.
En el recuerdo del hincha está la final de Copa del Rey entre Valencia y Deportivo (1-2 para los coruñeses en un partido que se jugó en dos partes) del año 95 disputada en el Santiago Bernabeu: “Los Ultras Sur nos estaban esperando, nos hicieron una emboscada cerca del estadio, engancharon a varios de los Blues y a alguno lo tundaron. Sabíamos que en los viajes teníamos que ir juntos y había plazas en las que tenías que ir con cuidado”.
La radicalización de los Blues coincidió con la explosión del Superdepor. “Esos chicos descamisados que recorren España para animarnos”, en palabras del extécnico Arsenio Iglesias, tomaron el fondo del estadio conocido como Marathon e integraron a todo el que se les quería unir en sus celebraciones de aquella curva de Riazor. Esa imagen de hinchada fiel y elocuente en sus cánticos saltó por los aires en el año 2000 tras una agresión con el mástil de una bandera que impactó en la cabeza de Abbiati, portero del Milan, en un partido de Champions.
Pero lo peor llegó en el 2003, en una eliminatoria de Copa en Santiago de Compostela. Una pelea en los aledaños de San Lázaro terminó con la vida del aficionado deportivista Manuel Ríos a manos de un Riazor Blue. El grupo anunció su disolución porque “el juguete se nos ha ido de las manos”, pero volvió a las andadas meses después y en los últimos años es frecuente ver peleas en los aledaños del estadio. Muchos de los que vivieron el nacimiento de aquella hinchada reniegan de los Blues. Prefieren vivir el fútbol y no la guerra.