La Vanguardia

Testas de prostíbulo, o no

- LLUÍS PERMANYER

Esta vez escribo a petición. Me han preguntado acerca de la desaparici­ón de una carassa que personaliz­aba la fachada de la calle Mestres Casals i Martorell 2, chaflán Arc de Sant Cristòfol.

Debido al derribo de dos casas en el punto citado, acaecido a principios del presente año, ya no está allí. Se encuentra a buen recaudo y eso es lo que importa. Fue depositada en el almacén del Patrimoni del Servei Municipal d’Arqueologi­a, en la Zona Franca. Era popular: mientras para unos atendía al nombre de la Caterina, otros la llamaban Tia Mariana.

¿Era ligera de cascos? ¿Era el distintivo de un burdel? Se me antoja que no, pues le asoman unas buenas alas y su rostro tiene aire beatífico.

Esto viene a cuento por la nombradía cobrada gracias a la carassa emblemátic­a. Es la que personaliz­a la casa de la esquina de Vigatans y Mirallers, rehabilita­da en 1983, y que dio nombre a la calle adyacente: Carassa.

Sobre ésta no faltan las opiniones. Veamos. Para Josep M. Huertas era el anuncio de un burdel. Joan Amades precisa que la existencia de ese burdel era reciente; le otorga un aire entre demoníaco y burlesco al sátiro o cabeza de Medusa. Y añade que después de la guerra de los Segadors, tantos eran los soldados foráneos que fue necesario orientarle­s así para que dieran con los lupanares. Antoni de Bofarull sentencia que si bien ésta podría ser la testa del rey Gamir, reconoce que en otros casos proclamaba­n así que se trataba de una casa de lenocinio. Y mientras en otros países, como Italia, se recurría a la representa­ción de un prepucio, en Barcelona se mostraba una cara exótica, a veces de Medusa o masculina, con expresión sensual o báquica y como mínimo monstruosa.

Víctor Balaguer confiesa que ignora el significad­o.

Lluís Almerich, Ricard Suñé y Josep M. Carandell reconocen que puede ser un anuncio prostibula­rio.

El historiado­r del arte Luis

En tiempos, unas mujeres ponían ramas como distintivo, y motivó la palabra ‘ramera’

Monreal Tejada precisa que encuentra en esta carassa un estilo que le recuerda las testas cinceladas por los acreditado­s escultores medievales Jordi Johan o Pere Ça Anglada. Ahí es nada.

Así las cosas, importa asociar este reclamo con otro semejante: aquellas mujeres de siglos atrás que, con el fin de que no confundier­an su establecim­iento con una taberna, exhibían en la puerta una gran rama; y el sabio filólogo Joan Corominas indica que así derivó en ramera, sinónimo de puta.

Testas desapareci­das de burdeles: Ample 6 y 82, Petritxol 6 y Comerç.

Otras testas existentes: en Panses, masculina y sonriente, bajo el balcón del tercer piso en la casa del arco; en Mosques esquina Flassaders, hombre sonriente, llamado Papamosque­s.

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Esta escultura fue eliminada, pero está muy bien guardada
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