La Vanguardia

Ni héroe ni villano

El juez Castro ha impulsado el caso Nóos con pulso firme, primero con el fiscal y luego con Manos Limpias

- Madrid / Palma J. M.ª BRUNET / N. FELIP

Ni héroe ni villano, sino pura y simplement­e juez. Así es como quiere verse José Castro –Pepe, como se hace llamar por amigos y compañeros–, quien llegaba ayer a los juzgados de Palma sobre las 7 de la mañana, consciente de la trascenden­cia del momento. Iba a notificar y hacer público el auto de apertura de juicio oral con el que sentará en el banquillo de los acusados a la infanta Cristina de Borbón.

Sin el apoyo de la Fiscalía ni de la abogacía del Estado y sólo con Manos Limpias de su lado, el magistrado ha mantenido sus tesis hasta el final. A sus 69 años, debería jubilarse en diciembre del 2015 aunque ya ha manifestad­o que le gustaría prorrogar su jurisdicci­ón unos años más, el titular del juzgado de instrucció­n número 3 de Palma ha intentado mantenerse al mar- gen de presiones trabajando en sus escritos, en muchas ocasiones en su domicilio situado en el antiguo barrio de pescadores del Molinar de Palma, donde posee un chalet que ha puesto a la venta recienteme­nte.

Desde que empezó la instrucció­n del caso, en el 2010, ha per- dido, al menos, una amistad, la que le unía al fiscal anticorrup­ción, Pedro Horrach, con el que formaba un tándem perfecto, dentro y fuera de los tribunales, basado en la admiración mutua, hasta que el juez decidió imputar a la infanta Cristina en con- tra del criterio de la Fiscalía. El 8 de febrero del 2014 la duquesa de Palma bajaba la rampa de los juzgados de la capital balear para declarar ante el magistrado en un hecho inédito en la historia española.

Aunque Horrach ha achacado en parte a la presión mediática la decisión del juez de imputar y enjuiciar a la hija del rey Juan Carlos, e incluso ha llegado a acusar a Castro de falta de imparciali­dad, el juez ha intentado evitar que el asunto derive en una cuestión personal. Pero en sus autos ha lanzado dardos envenenado­s a Horrach. El magistrado nunca ha concedido una entrevista, pero ha tenido que acostumbra­rse a unas cámaras que le resultan incómodas. Siempre con gesto serio pero amable, no acostumbra a dar grandes respuestas a los periodista­s que hacen guardia ante su puerta. “Ya se verá”, es una de sus frases más utilizadas. El discurso largo lo deja para los escritos que intenta redactar de manera accesible, pero contundent­e.

Campechano, cercano y bromista, el juez, natural de Córdoba y con 38 años de carrera judicial a sus espaldas, es un trabajador incansable con problemas de insomnio que se empeña en llegar al fondo de los asuntos. Antes de ocupar portadas con el caso Nóos obtuvo plaza en los juzgados de Dos Hermanas (Sevilla), Arrecife (Lanzarote) y Sabadell (Barcelona), hasta que en 1985 fue destinado a Palma. Tomó posesión del juzgado de lo social número 2 de la capital balear en 1985 y en 1990 fue trasladado al de instrucció­n número 3. Amante de las motos de gran cilindrada, que tuvo que abandonar tras un accidente, practicó la esgrima japonesa (kendo) y es aficionado, sin pasión, al fútbol.

Su nombre empezó a conocerse en el 2007 con el caso Palma Arena, sobre las supuestas irregulari­dades en la construcci­ón del velódromo palmesano que destapó un entramado que ya ha ocasionado dos condenas al expresiden­te balear, Jaume Matas. De hecho, el caso Nóos nació de la macrocausa como la pieza número 25, aunque durante los 4 años de instrucció­n ha adquirido entidad propia.

Tras casi cuatro décadas en la carrera judicial, el juez Castro se jubilará en diciembre del 2015

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MONTSERRAT DÍEZ / EFE El juez José Castro, que ha decidido juzgar a la infanta

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