Cambios en el guión
El discurso del independentismo se ha afianzado durante dos años como hegemónico en Catalunya. En la narración del Govern y del partido que lo ha sostenido, ERC, cualquier problema que acuciara a la sociedad era imposible de resolver si antes no se afrontaba el paso decisivo hacia la secesión. Mas y Junqueras han insistido hasta la saciedad en que las mejoras en lo social sólo pueden venir de la mano de la independencia, dado el desinterés de los poderes del Estado en promover una Catalunya próspera. En los próximos meses, ese mensaje va a mantenerse vigente, pero se introducirán algunos elementos nuevos que buscan desmontar el discurso abanderado por Convergència y Esquerra.
El Ejecutivo de Rajoy no tiene ninguna intención de promover un cambio constitucional ni ningún otro ajuste político por negociar con Catalunya. Ni siquiera prevé renovar el sistema de financiación autonómica. Pero sí tiene interés en combatir el “España nos roba”, a su manera. No sólo espera que la rebaja de impuestos y la recuperación económica aplaquen los ánimos, también en Catalunya, sino que va a aliviar la situación financiera de las autonomías por la vía de no cobrarles los intereses de sus deudas. En el caso de Catalunya podríamos estar hablando de al menos 500 millones de euros (algo más que la paga extra de los funcionarios).
Cuando regrese a Catalunya, Rajoy explicará que la Generalitat no podría pagar a sus funcionarios si no fuera porque el Gobierno de España le concede crédito gratis. El Ejecutivo de Mas replicará que hasta ahora lo había pagado con intereses y le recordará el déficit fiscal, pero el mensaje de que nadie prestaría dinero a la Genera- litat en las circunstancias actuales y que las nóminas de médicos, maestros o Mossos se pagan gracias al Estado será explotado a fondo por el PP. Al ministro Montoro incluso le gusta decir que no sólo España no roba a los catalanes, sino que son los españoles quienes están ayudando a Catalunya.
En el otro lado del espectro político, Podemos ha empezado ya a trastocar el discurso imperante en Catalunya. Pablo Iglesias se presentó el domingo en Barcelona como la opción rupturista, de izquierda radical y no independentista. Exhibió tanto desparpajo como para atacar al líder de la CUP por excesiva connivencia con el poder establecido. Ahí es nada. Podemos vende un cambio drástico, una revolución, sin esperar a la independencia, justo cuando esta ya no parece tan fácil ni rápida de alcanzar.
Así que en los próximos meses vamos a oír hablar de independencia, sí, pero en el guión se van a introducir también las finanzas de la Generalitat, la escasez de recursos para los servicios públicos o la corrupción. Salvo que Mas y Junqueras lo vean venir y se avengan a confeccionar una lista (sea civil, unitaria, paraguas o con programa común) y se celebren ya mismo unas elecciones que, inevitablemente, serán cada vez menos plebiscitarias.