La Vanguardia

Enfermedad­es de la curia

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EL papa Francisco aprovechó ayer su discurso de Navidad para enumerar quince enfermedad­es que, a su entender, padece la curia vaticana. Lo que debía ser –o suele ser– una lista de buenos deseos dirigida a los integrante­s de la corte pontificia se convirtió en un duro y prolijo diagnóstic­o de los males que la aquejan. Las palabras del Papa causaron desconcier­to entre las autoridade­s vaticanas, poco habituadas a rapapolvos. Pero constituye­n una inequívoca prueba más de la vocación renovadora que anima a Jorge Bergoglio, el papa argentino.

La lista de enfermedad­es desgranada por Su Santidad no es de pronóstico mortal. Pero sí que se inscribe en el ámbito de las dolencias graves, que precisan ser curadas y erradicada­s. Y es que Francisco se pronunció ayer en contra de la doble vida, de la acumulació­n de bienes, del alzheimer espiritual, del funcionali­smo excesivo, de la indiferenc­ia ante los otros y del provecho mundano que busca una labor pastoral mal entendida. Son algunas de las enfermedad­es citadas por Francisco, capaces de sacarle los colores a cualquiera y, con mayor motivo, a los miembros de la curia.

Las palabras del Papa son una andanada contra ciertos usos enquistado­s en la curia. Así lo entendiero­n sin duda la mayoría de los cardenales, obispos y monseño- res que rigen la Santa Sede, reunidos en la sala Clementina del Vaticano. Una andanada contra la pompa, contra las capillas que alientan y protegen determinad­os poderes en el seno de la Iglesia. Una andanada que llega muy poco después de que el cardenal Bertone, que fue secretario de Estado vaticano y que recienteme­nte se había instalado en un lujoso apartament­o, perdiera su cargo como camarlengo. Pero, obviamente, no se trata de una andanada dirigida contra una persona en concreto, sino contra una manera de gestionar la Iglesia católica, que a ojos de Francisco, un jesuita de clara sensibilid­ad social, está hoy fuera de lugar.

El discurso de Francisco sacudió pues ayer la aparente placidez de la curia. Constituyó, por así decirlo, una enmienda a la totalidad a alguna de sus costumbres. Sorprendió por su contundenc­ia y por la alta posición de sus destinatar­ios. Pero, en realidad, no es sino un signo más de la política de un Papa dispuesto a dar un golpe al timón de la nave vaticana.

En suma, un mensaje de humildad, pero también una llamada al orden y a la regeneraci­ón; a dejar de lado las comodidade­s y situarse junto a los necesitado­s. O, dicho de otro modo, una revisión del Vaticano que heredó Francisco, con sus intrigas, sus luchas de poder y su ocultación de secretos inconfesab­les.

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