La Vanguardia

Gran ‘Barrufet’ Albert Jané

- Màrius Serra

Se da por hecho que se construirá un parque temático de Barrufets (pitufos) en Les Basses d’Alpicat, en Lleida. Ocupará nueve hectáreas y dará trabajo a doscientas personas. Vaya por delante que los parques temáticos me parecían una de las creaciones más abominable­s de la humanidad hasta que los empecé a frecuentar empujando la silla de ruedas de mi hijo Llullu. Entonces cambié de opinión. Descubrí que algunos son abominable­s, pero también los hay que son atroces, execrables, detestable­s, repugnante­s, deplorable­s o repulsivos, e incluso alguno que resulta atractivo. Nunca olvidaré el de Garda, cerca del lago homónimo, porque tenía atraccione­s tan salvajes que el límite de edad para subir en ellas no era la mínima sino la máxima. En una especie de Dragon Khan admitían a todos los visitantes más altos de 1,40 y menores de 50 años. Yo entonces sólo tenía 44, pero afortunada­mente mi hija mayor no pasaba de 1,38 y nos tuvimos que limitar a ejercer la contemplac­ión, junto a Llullu.

Diría que el parque de los Barrufets será más contemplat­ivo que Gardaland, pero probableme­nte también será el primer parque temático que deba su nombre a un traductor. Porque las criaturas de Peyo llevan el nombre de Schroumpf, en francés pero pronunciad­o de modo que suene como en alemán Strumpf (media). La mayoría de versiones lingüístic­as se limitan a adaptar el nombre original a la fonética de cada lengua de llegada. En inglés les llaman Smurf, en portugués Estrumpfe, en finlandés Smurfi, en islandés Strumpur... Pero aquí la creativida­d se desató. En catalán los seres azules apareciero­n por primera vez en mayo de 1967 en Cavall Fort. El gran Albert Jané, lingüista y narrador, tradujo schroumpf por barrufet, vocablo que en catalán designa a seres imaginario­s como diablillos y también a ciertas ventiscas con nieve, del campo semántico pirenaico de rufa, rufaca, borrufa… A Jané le pareció palabra cercana a la barretina con la que se cubren la cabeza, y los puso a barrufar. En castellano se eligió pitufo, adaptación de Patufet, igual que en gallego. En el Canal 9 valenciano, ahora tan reivindica­do y que en su día fue tan incalifica­ble como un parque temático, no quisieron barrufar y emitieron la serie azulona con el nombre de pitufets. En vasco les llaman pottokiak, por el tamaño de los ponis. Otras lenguas también rehúyen la proximidad fonética con Schroumpf y han buscado en su tradición nombres de gnomos o duendes. En hebreo son dardak y en húngaro torpök. Me barrufaría mucho que el nuevo parque de Lleida hiciese un homenaje a Albert Jané i Riera, el verdadero Gran Barrufet de esta historia.

El gran Albert Jané, lingüista y narrador, tradujo ‘schroumpf’ por ‘barrufet’ (que en catalán es ‘diablillo’ o ‘ventisca’)

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