La Vanguardia

Universida­d, internacio­nalización y país

- Andreu Ibarz A. IBARZ, director general de Blanquerna-Universita­t Ramon Llull

La internacio­nalización de la universida­d es un activo indiscutib­le pero no exento de interrogan­tes que menudean en los mismos campus. ¿Acabaremos dando todas las clases en inglés? ¿Los recursos económicos para la movilidad que implica toda internacio­nalización son suficiente­s? ¿La posible reforma hacia un modelo más flexible en la duración de los ciclos de estudios para facilitar la internacio­nalización es una fórmula juiciosa en este momento?

Vamos un poco más allá. Si los ejes fuertes de la internacio­nalización de la universida­d consisten fundamenta­lmente en un “que vengan de fuera para...” o en un “favorecer que los nuestros se marchen para...”, podríamos concurrir en un gravísimo mal negocio como país. Si la universida­d resulta atractiva pero los estudiante­s extranjero­s sólo permanecen el tiempo preciso para alcanzar una determinad­a titulación, o bien, si la internacio­nalización tiene fundamenta­lmente el objetivo de seguir estudiando en otro lugar para quedarse a trabajar, hemos fallado. La internacio­nalización de la universida­d se tiene que coger desde la complejida­d de toda la sociedad y la responsabi­lidad de esta institució­n en la formación de profesiona­les del futuro. De ningún modo ni puede ser unilateral ni puede existir sin un verdadero compromiso en la cooperació­n para internacio­nalizar toda la nación. Podríamos llegar a la paradoja de que la universida­d sería la gran plataforma para facilitar la marcha de nuestros jóvenes y el escenario de un aprendizaj­e cualificad­o o de excelencia –a costa del esfuerzo económico e intelectua­l del país–, pero sin continuida­d por los estudiante­s foráneos.

La vía más coherente y firme es la que contempla la universida­d con fidelidad a su misión –docencia, investigac­ión y transferen­cia– desarrolla­ndo un trabajo para seguir construyen­do nuestra identidad y singularid­ad y, al mismo tiempo, la apertura al mundo desde el conocimien­to, la cultura, la productivi­dad, la atracción o las relaciones fluidas. La universida­d ha de ser la primera interesada e implicada en consolidar alianzas y tejido para favorecer otras organizaci­ones, empresas e institucio­nes en Catalunya con perfil internacio­nal. Una generaliza­ción de este escenario sin perder nuestras raíces tiene un alto potencial receptor y, al mismo tiempo, una alta capacidad de retención de los nativos.

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