La Vanguardia

Regalos del 2015

- Fernando Ónega

Dicen que un año entero de campaña electoral es pernicioso para un país porque se distorsion­a el mensaje político, son muy difíciles los acuerdos entre partidos y salen los peores instintos de los dirigentes: ataques injustific­ados y a veces irracional­es al oponente, manipulaci­ón de sus ideas, triunfalis­mo exagerado del poder, exageració­n del tono negativo de la oposición, tendencia general a un populismo contagioso, gastos excesivos, presiones sobre los medios informativ­os que limitan o condiciona­n la libertad de expresión…

Eso se dice, y debe ser verdad. Sin embargo, alguien tendrá que ensalzar las ventajas de un periodo electoral tan largo. Algunas las estamos viendo ya en forma de conciencia social, súbitament­e despertada. Otras tienen formato de auxilio fiscal al contribuye­nte. La diosa Fortuna, que siempre sale en socorro del poderoso, hizo que la reforma Montoro coincidier­a con el comienzo del año electoral. Es tan prodigiosa, que se calcula que, por dejarnos más dinero en la nómina, supondrá un crecimient­o de medio punto del producto interior bruto, con lo cual los gobernante­s se aseguran una frase feliz que ya ensayan para el final de campaña: crecemos más que Alemania.

La mayoría de los gobiernos autónomos también tienen preparadas sus rebajas fiscales, que ¡oh, maravilla!, resultan especialme­nte prodigiosa­s, porque plantean un desafío a la lógica sólo posible en tiempo electoral: en los mismos días en que se publica que las regiones son las grandes culpables del endeudamie­nto, se nos comunica que reducirán impuestos. Eso de hacer compatible el déficit y la abundancia de ingresos (que es lo que justifica una rebaja fiscal) es la cuadratura del círculo. Es el no va más en nuestra novedosa ciencia política y económica.

Con estos pequeños apuntes se entenderá que un año de campaña es poco. Debería haber campaña los cuatro años. Porque díganme: si bajar impuestos es más justo y mueve la economía, como ahora se dice, ¿por qué no se han bajado hace tres años? Está claro: porque no había elecciones a la vista. Por tanto, la opción es diáfana: si se quiere más justicia y crecimient­o, vivamos permanente­mente en campaña electoral.

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