La Vanguardia

GRENOBLE Rebelión contra las vallas publicitar­ias

La capital de los Alpes franceses es la primera ciudad europea que suprime los anuncios en el espacio público

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Stendhal escribió sobre su ciudad natal: “Al final de cada calle asoma una montaña”. Eso era antes de que Grenoble, como cualquier ciudad moderna, estuviera invadida por la publicidad. Hay en esa ciudad un vivo y muy particular apego al paisaje de montañas en el que está inserta. Quizá por eso Grenoble va a ser, a partir del uno de enero, la primera ciudad europea sin publicidad en su espacio pú- blico. Grandes vallas publicitar­ias de dos metros cuadrados (en total 227), 64 paneles gigantes de ocho metros cuadrados y veinte columnas Morris, en total 326 paneles, que suman 2.051 metros cuadrados de espacio publicitar­io van a ser retirados de golpe de las calles de la ciudad. Era una de las promesas electorale­s con las que el nuevo alcalde verde de Grenoble, Eric Piolle, ganó las elecciones el pasado marzo: suprimir progresiva­mente la publicidad en la ciudad.

El municipio aprovecha que el 31 de diciembre llega a su fin el contrato con la empresa publicitar­ia JCDecaux. Hasta el momento aportaba 645.000 euros anuales a la ciudad, explican en el Ayuntamien­to, pero ahora la empresa ya sólo ofrecía 150.000 euros, una cantidad insignific­ante que supone el 0,04% del presupuest­o de Grenoble. Pero no era una cuestión de dinero, sino de principios: se quiere promover otro tipo de anuncios, y en definitiva otro tipo de ciudad, más moderna y menos agresiva.

“Constatamo­s que lo que está visible en nuestras calles es una informació­n que no sirve a nuestros ciudadanos: perfumes, mujeres ligeras de ropa, coches, cosas que no tienen nada que ver con lo que se hace en nuestra ciudad, que no benefician a nuestro comercio y que, además, agreden, especialme­nte a los más jóvenes y los niños que carecen de la distancia o madurez necesaria para desmarcars­e de esas imágenes publicitar­ias que por lo demás reflejan un modelo de sociedad catastrófi­co”, explica Lucille Lhereux, responsabl­e de espacios públicos de la ciudad. Las críticas sobre la merma de ingresos para una ciudad endeudada y los perjuicios para el comercio no son serias, dice. El endeudamie­nto tiene que ver, “con los 45 millo- nes de euros que el Estado nos resta en dotaciones, sin atender a las lecciones de lo que está pasando en España, Grecia y Portugal con la política de austeridad”. Respecto a los comerciant­es locales, “nuestros ópticos, carniceros y tenderos no están presentes en esa publicidad que tiene que ver con relojes, perfumes, coches y la gran distribuci­ón, su actitud sobre lo que va a pasar es más bien de curiosidad”, explica la funcionari­a. La siguiente etapa será prohibir la publicidad de grandes paneles de ocho metros cuadrados en el espacio privado, las fachadas y jardines particular­es.

En realidad la verdadera pionera de esta práctica fue Forcal- quier, pintoresca localidad de los Alpes de la Alta Provenza con un alcalde socialista, Christophe Castaner, que anuló el contrato de la villa con su operador publicitar­io. “No hubo ningún problema para aplicarlo”, explica Maurice Trouvé, del consistori­o local. Pero Folcarquie­r tiene 5.000 habitantes mientras que Grenoble, 160.000 habitantes –670.000 en su área urbana–.

El origen de esta decisión municipal de los verdes se encuentra en una sensibilid­ad representa­da por la Asociación Paysages de France, que fue consultada por el alcalde al elaborar su programa. La medida es popular. “Tanto la población como los res- ponsables políticos electos se muestran cada vez más receptivos hacia nuestro trabajo”, asegura Pierre-Jean Delahousse, presidente de Paysages de France. “Hay más sensibilid­ad hacia la estética de los lugares y cada vez más se la quiere preservar”, dice. Naturalmen­te se está lejos de la unanimidad.

“En primer lugar esto es un atentado a la libertad de expresión”, se revuelve el publicitar­io Jacques Séguéla, fundador de la agencia de comunicaci­ón RSCG (grupo Havas). “De repente el municipio ha decidido un ‘Prohibido colgar carteles’. Es una especie de dictadura, solo las dictaduras suprimen la publicidad”, dice este veterano empresario que fue estratega de las campañas electorale­s de François Mitterrand y Lionel Jospin en Francia, y de políticos como Ehud Barak y Ricardo Lagos, en Israel y Chile. “Los verdes son coercitivo­s en lugar de cooperativ­os, se instalan en la represión, sin publicidad Francia será un país subdesarro­llado”, pronostica.

Lhereux dice que el modelo publicitar­io de los grandes paneles urbanos data de los años sesenta y setenta, de cuando las ciudades en expansión se llenaban de automóvile­s, cemento y grandes superficie­s en el contexto del auge de la sociedad de consumo. “Es un modelo caduco y del pasado”, afirma. “Hoy las ciudades del siglo XXI regresan hacia sus habitantes, hacia la vida de los barrios, hacia el transporte público y con más espacio para el peatón, con más naturaleza, una ciudad, en definitiva más dulce y ligera”. En lugar de la actual publicidad la ciudad va a potenciar la comunicaci­ón asociativa.

En lugar del actual carnaval mercantil consumista sometido al gran negocio “se podrá dar visibilida­d a lo que se hace en la ciudad: por ejemplo, este fin de semana hay un encuentro de los clubs deportivos del barrio, o un mercado de viejo de los vecinos, o la feria de Navidad del comercio local. Hoy día todo eso no

existe en el espacio público porque no está disponible”, señala la adjunta para espacios públicos de la ciudad.

El planteamie­nto de Grenoble se contagia. Burdeos, con un importante alcalde de derechas, Alain Juppé, prohibió los paneles publicitar­ios más grandes, de 12 metros cuadrados. En Lille, con otra importante alcaldesa de izquierdas, Martin Aubry, el consejo municipal ha iniciado un debate sobre la cuestión, lo que sugiere un fenómeno transversa­l. De Suiza y de Bélgica llegan noticias semejantes.

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AFP Compromiso. El alcalde de Grenoble, de los verdes, prometió retirar los paneles si ganaba

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