La Vanguardia

Iglesias, enrabiado

- Salvador Llopart

Barcelona es desconcert­ante. Barcelona es imprevisib­le. Poco más de cien personas ayer por la noche para ver y oír a Pablo Iglesias en el Aribau. Cuando el día anterior, el domingo, el secretario general de Podemos había reunido a más de tres mil. Sin olvidar las cuatro mil personas más que se quedaron a las puertas del pabellón de la Vall d’Hebron. Aquello fue un gentío.

Pero ayer apenas un centenar. Doscientas personas tirando largo. La iglesia disminuida, se puede decir. Perdidos en la platea. Claro que el gran cine barcelonés no acogía un mitin ni una manifestac­ión ni mucho menos el tráiler de esa superprodu­cción –en 3D y divino technicolo­r– que muchos esperan de Iglesias un día: La revolución feliz, se podría titular. Una producción autóctona. De aire juvenil y coleta. Quizá un musical. Pero lo de ayer resultó otra cosa. Tan enojada y militante como una sesión de cineclub de los setenta.

¿De qué habló Iglesias? Fue el primero en tomar el micro. Casi lo monopolizó, a petición del públi- co: “Hablar de esta película puede echar por tierra nuestra táctica de la sonrisa. Pero como estamos en familia y no nos escucha casi nadie, vamos a ser claros”, afirmó.

La película tampoco invitaba a demasiadas alegrías. La revolta permanent, de Lluís Danés. Un documental sobre Lluís Llach. Pero, a la vez, una mirada descarnada sobre los hechos de Vitoria de 1976. Cuando Franco había muerto pero la calle era de Fraga. La re- volta permanent habla de aquellos obreros que debían ser desalojado­s, un 3 de marzo, a cualquier precio. A sangre y fuego. Resultado: cinco muertos y cientos de heridos. Aquella injusticia sin nombre dejó en vela aquella noche a Lluís Llach, conmociona­do.

Aunque también lo dejó con una canción nueva: una canción musicalmen­te catedralic­ia, inmensa, enfática como un réquiem. Do- lida como un grito. Se trata de Campanades a mort, y Danés habla con elocuencia de todo aquello. “Estas campanades son una declaració­n de guerra y a uno, al escucharla, le entran ganas de ponerse a boxear”, comentó Iglesias, consciente de que eso contradice su política de la amabilidad.

“La verdad que no se puede confesar –afirmó el líder de Podemos– es que detrás de cada movimiento de ajedrez que hacemos está la rabia de canciones como ésta: rabia que es un motor para seguir luchando cada día”.

Para Iglesias la transición está secuestrad­a, y son imprescind­ibles películas como La escopeta nacional y dejar de lado ficciones como Cuéntame. El cineclub de ayer era, en realidad, un coloquio compartido, presentado por Jordi Basté. Con Andoni Txasco, víctima de aquel día en Vitoria; con la periodista Ana Pardo de Vera, con Gemma Ubasart, de Podemos. Con otros invitados. “Hace falta la voluntad de un empresario como Jaume Roures, dispuesto a hacer un documental como este”, fue la flor de Iglesias al productor del filme, que celebra los veinte años de la productora Mediapro con eventos semejantes. Más de capilla de fieles que habituales de Iglesias.

Un centenar de personas asiste en el Aribau a un debate sobre la película ‘La revolta permanent’

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LAURA GUERRERO El secretario general de Podemos participó anoche en el coloquio alrededor de La revolta permanent
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